CAPÍTULO XXIX - Hemos entrado en su corazoncito.

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Con las ventanillas bajadas, en la radio sonando la mejor playlist de Spotify jamás creada, nuestras voces cantando a pleno pulmón y nosotras disfrutando como las adolescentes intensas que somos.

Ellas, reinas de la autopista.

- ¡I'M NEVER GONNA LOOK BACK! - canto con euforia. Bueno, mejor dicho, grito.

- ¡WOAH! - hace el coro Sophie.

- ¡NEVER GONNA GIVE IT UP! - exclama Agnès con emoción.

- ¡NO! - vuelve a hacer los coros Sophie.

- ¡PLEASE DON'T WAKE ME NOW! - grita Lota, soltando durante unos segundos una mano del volante y dirigiéndola hacia el regulador del volumen de la radio, subiendo, si es posible, aún más el volumen de la música.

Las cuatro nos quedamos en silencio durante los pocos segundos de instrumental que hay colocados en la canción antes de que empiece el estribillo, hasta que el parón se acaba y todas comenzamos a dar botes sobre los asientos del coche, pese a estar sentadas.

- ¡THIS IS GONNA BE THE BEST DAY OF MY LIFE! - cantamos todas a la vez.

Lota dándole golpes al volante para marcar el tempo como si fuese la batería, Agnès sujetando el móvil como puede para grabarnos y subir una historia a Instagram, Sophie saltando en el asiento como una niña pequeña el día de reyes y con una sonrisa de esas que enseñan los dientes que no le cabe en la cara, y yo aporreando con la mano el asiento de Agnès, también marcando el tempo, además de observar la escena desde mi perspectiva con un brillo en los ojos más especial que de costumbre.

Cuidado, que te pones blandita.

- ¡MY LI-I-I-I-I-IFE!

Noto en mi pecho una sensación extraña, en el sentido de que nunca antes la había vivido.

- ¡THIS IS GONNA BE THE BEST DAY OF MY LIFE!

Me doy cuenta de que la dichosa sensación se está produciendo en un sitio más profundo que en el sentido superficial que se le puede dar al pecho, como si este sólo fuese esa primera capa finísima que es fácil de traspasar pero que protege con toda su valentía lo que aguarda tras de ella.

- MY LI-I-I-I-I-IFE

Cómo cuando esa brisa mañanera que tanto se agradece abre sigilosamente de par en par las ventanas de la habitación y tú sonríes por inercia al recibir ese despertar tan maravilloso provocado por una cosa tan placentera que nos brinda la naturaleza, como, en este caso, esa brisa delicada que nos renueva con tan sólo rozarnos la piel superficialmente. Así siento lo que me está pasando por dentro. Algo que desconozco ha conseguido reunir la fuerza suficiente como para poder abrir de un pequeño soplo el gran ventanal que hay dentro de mí. Más allá del pecho. Mucho más. En mi corazón.

Mis ojos se cristalizan.

De nuevo unos monstruitos, está vez tres en vez de cuatro, han conseguido desbaratar mi interior al completo. Han ido sin armas, sin utensilios que facilitan el trabajo, sin trucos ni magia. Tan sólo han ido ellas, se han quedado de pie frente a las puertas de ese lugar tan privilegiado que sólo llegan a habitar algunas cosas y personas, y han esperado. No han hecho nada más que esperar, mirando el gran portón sin hacer nada. Sólo mirando. Siendo ellas, sin disfraces ni armaduras. Y lo han conseguido.

Noto cómo sus miradas se clavan en mí.

Yo me dedico a sentirlas dentro de mí, viéndolas pasar por las puertas, el portón, el gran ventanal. Mientras cruzan el umbral se dedican a girar su cabeza en todas las direcciones posibles, visualizando con sumo detalle lo que tienen ante sus ojos. Observándolo todo como aquella persona que sabe que se encuentra donde debe estar. Como una especie de hogar, de esos con una chimenea de llama que nunca se apaga por muchos cubos de agua que quieras echarle encima.

ONA [saga LHG (Las Hermanas Gil)] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora