CAPÍTULO XXIV - Aún queda mucho, pero menos.

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Cuando mi hermana, después de una larga e intensa búsqueda en su galería, encontró lo que buscaba y me enseñó una foto de mi madre junto al misterioso chico del colgante, no pude hacer otra cosa nada más que fruncir el ceño y explotarme la cabeza con demasiadas preguntas, de las cuales algunas yo era incapaz de darles una respuesta momentánea para poder tranquilizarme por un momento. Claramente le pregunté a mi hermana si sabía algo de él, como su nombre o alguna pista que nos llevase a saber quién es, pero simplemente negó con la cabeza. Me explicó que ella había encontrado esa fotografía por su cuenta un día que estaba rebuscando entre unos papeles mientras ayudaba a Pau a encontrar su libreta de bocetos. Como le pareció extraña la imagen, rápidamente le hizo una foto con su móvil y no le comentó nada a Pau, ni a nadie.

No entiendo que relación puede llegar a tener ese chico con mi madre, porque si fuese pariente nuestro supongo que ya nos lo habría informado a todas. O eso espero, porque no entendería el motivo de ocultarnos tal cosa ni la gravedad de este. Por eso, la misma noche del descubrimiento que hicimos mi hermana y yo, me prometí encontrar respuestas.

La maleta se desliza sin dificultad por el suelo del aeropuerto mientras Aurora y yo andamos tranquilamente de la mano. Sin embargo, pese a estar agarradas y en contacto la una con la otra, ninguna se atreve o encuentra las palabras adecuadas para poder romper el silencio que nos envuelve desde que hemos salido de casa, subido al taxi y llegado aquí, al aeropuerto.

Pese a yo sugerirles a mis amigos de acompañarnos a mi hermana y a mí hasta aquí, ninguno a accedido. Cada uno de ellos me ha contestado con la misma respuesta, pero dicha de diferentes formas; me han dejado claro y repetido mil veces que el momento de despedida es sólo de nosotras dos, que ellos no pintan nada en la situación. Y pese a mi gran insistencia, al final han conseguido traerme aquí sin ninguno de ellos a mi lado. Sin embargo, me han asegurado que después de la triste despedida van a estar ahí junto a mí en cuanto yo les reclame.

Ambas nos sentamos silenciosamente en los asientos del lugar, esperando sin muchas ganas a que anuncien el avión de Aurora por los grandes paneles.

Es entonces cuando noto una mano tocar la mía, causando que dirija y baje la mirada hacia nuestras manos unidas. Sonrío por inercia, levantando de nuevo la vista y mirándole a ella directamente a los ojos. Ella también está sonriendo, pero con la mirada.

— No quiero irme. — admite, apoyando su cabeza en mi hombro mientras yo le hago caricias a su mano con mi pulgar.

— Y yo no quiero que te vayas. — confieso, abrazándome más a ella.

Nos quedamos un rato más en silencio, hasta que veo su vuelo ser anunciado por una de las grandes pantallas que se encuentran frente a nosotras.

— Peque, tenemos que levantarnos. — le aviso.

— ¿Ya? — pregunta con los ojos cristalizados y sorbiendo por la nariz. Yo asiento.

Le cojo de la mano, pero ella rápidamente se aferra a mi brazo como si de un koala se tratase. Yo me junto más a ella, cogiendo la maleta con la mano libre y comenzando a andar.

— ¿Me mantendrás informada en cuanto descubras algo nuevo? — me pregunta con voz de niña pequeña. Me encanta cuando se pone así y no con su rollo altanero.

— Sí, porque dudo poder sobrellevar yo sola todo lo que se me vendrá encima muy pronto.

— Lo que se nos vendrá. — me corrige, y yo asiento suspirando.

Cuando llegamos a la entrada de la zona de embarque, me separo de ella para poder mirarle a la cara directamente. Observo sus ojos, los cuales ya se han cansado de retener las lágrimas, esas que se resbalan por sus suaves mejillas. Yo rápidamente le seco algunas con la manga de mi jersey, causando una sonrisa tierna por su parte. En un abrir y cerrar de ojos se lanza sobre mí y me estrecha fuertemente entre sus brazos. Ninguna de las dos quiere despedirse, pero ha llegado el momento. De nuevo.

ONA [saga LHG (Las Hermanas Gil)] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora