Morfina

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Tiene flato desde hace días, siente como si le pegaran patadas en el pecho a cada suspiración que realiza. Necesita esa sustancia para calmar el dolor. Un calor inmenso recorre su cuerpo al traspasarse el líquido entre las venas. Parece perdida, ya que consume más de lo que debería.

Tan cegada está, que cree que lo tiene bajo control. Cada palabra que suelta, no la vocaliza. Intenta ser amable con los que quiere pero, de un segundo a otro se pone agresiva. Está tan desorientada, que ya no sabe ni donde se sitúa su casa.

Habla sola cada vez que se encierra en su habitación. Busca la morfina para calmar el dolor y, evadirse de su pobre mundo. Comienza a sentirse cansada, a tener contracciones musculares, a sentir náuseas y, a vomitar la comida.

Le dice a sus familiares que confíen en ella, insiste en que poco a poco va a salir de ahí. La apoyan, saben que esto de las drogas no se deja de un día para otro pero, que hay que ponerle fuerza de voluntad. Su padre insiste en que hay que introducirla en un centro de desintoxicación. Comienza en un centro de rehabilitación; a las tres sesiones ya se introduce menos dosis de la que consumía.

Van al doctor y, sacan una conclusión- "Hay que ir poco a poco y, debe de tomarse en serio las indicaciones que le diga", no quieren arriesgarse en que no pueda dejarlo, o que caiga de nuevo una vez que lo haya conseguido. Su padre se enorgullece, ya que por fin ha dado el paso a acceder a lo que él había insistido durante tanto tiempo. Sienten que van a lograrlo.

A ella la metieron en este mundo por error cuando era pequeña. Vivía en un barrio conflictivo, así que, sus padres debieron de protegerla antes de que surgiera la tragedia. Un día, de repente, vino con los brazos hechos mierda, con un agujero en la vena basílica. El color es morado y, la chica a penas se mantiene en pie. Creen que algo ha cambiado.

Empezó a insultar y, a maltratar poco a poco a sus seres queridos. Se veía muy mal físicamente; se notaba delgada, tenía recurrentes escalofríos, a penas hablaba, a penas comía y, casi siempre estaba durmiendo. No quería saber nada de nadie, tan solo quedarse en la cama, o irse a la calle para "disfrutar del día". Su alma ahora mismo solamente sobrevive.

Sus amigos tratan de ayudar; le mandan mensajes todos los días, le llaman, se cuentan sus cosas privadas y,  ella agradece el esfuerzo que hacen para que ella se sienta con fuerzas y, vitalidad a la hora de enfrentarse a la aguja de la maldad.

En una sesión, el doctor le dice- "Relájate, esto no te dolerá. Antes de que te inyecte este calmante, cierra los ojos y, cuenta hasta diez." Le introduce "Demorol", un calmante para el sistema nervioso central. Se ve que este no aprendió de su anterior y, vigente dependencia a las drogas. Ella comienza a llorar y, el doctor la calma diciéndole estas palabras- "Tranquila, esta no te va gustar, ni te va a hacer sentir genial. No te vas a desmayar, no cierres los ojos, trata de despejarte con algo que te guste."

Su madre trató seriamente de convencerla para que tomase menos de lo que consumía. A día de hoy ya se encuentra mucho mejor pero, sigue llorando debido a que se siente muy mal. Sacó una conclusión, sentía angustia cuando no tomaba y, gracias a su rehabilitación, es una persona mejor.

Mucha mierda había tomado, era una drogadicta. Ponía de muy mala saliva a sus compañeros y, compañeras. Al menos nunca mintió cuando decía que todavía consumía. Pensaba que era una tontería pero, un error casi le cuesta la vida. Nunca ganó fama, ni mucho menos con esto, solamente perdió amigos, confianza, orgullo y, mucho respeto.

Una de las escenas que la madre siempre recordará, es a su hija sentada hablando consigo misma el tema de su adicción y, como salir de ahí mientras estaba drogada. Eso fue un jarro de agua fría, ya que dicen que los que se emborrachan/drogan siempre dicen la verdad.

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