Pʀᴏ́ʟᴏɢᴏ ɪɪ // ɪɪ: Lᴀɢʀɪᴍᴀs ᴅᴇ sᴀɴɢʀᴇ.

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Su cuerpo, -ahora humano-, se encontraba sobre los charcos de la sangre celestial, prácticamente adherido al suelo de piedra fría, sin poder sentir más nada que dolor y horror

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Su cuerpo, -ahora humano-, se encontraba sobre los charcos de la sangre celestial, prácticamente adherido al suelo de piedra fría, sin poder sentir más nada que dolor y horror. Perdiendo su mirada en aquel  líquido rojo oscuro, que se deslizaba por los delicados e inocentes cuerpos sin vida de los Ángeles, que habían luchado a su lado contra Dios por libertad. Y él nunca se perdonaría la muerte de aquellos seres celestiales, que fueron masacrados de manera cruel e injusta. Simplemente estaba ahí, viendo las pérdidas que eran una prueba de su derrota, de aquella guerra que nunca quiso comenzar.

Ahora yacía él, cabizbajo,  esperando el siguiente castigo que, -Sabía-, que Dios le tenía preparado … observando todo con horror sobre sus rodillas, logrando entender en primera persona el dolor humano y todo lo que este conllevaba, con una desgarradora ola de sufrimiento por cada parte de su cuerpo humano.

Sus manos atadas tras su espalda con cadenas eternas [La única manera de inmovilizar a un Ángel], rodeando sus muñecas y tobillos de manera cruel, quemando su piel con vehemencia, torturando lentamente al que solía ser el Ángel favorito de Dios.

Lucifer balbuceaba incoherencias sin poder moverse, obligado a mirar aquella catástrofe, donde Dios había masacrado a todos aquellos puros y celestiales ángeles que cometieron un error en común: Desear la libertad.

Los ángeles pensaron que tenían el mismo poder que su creador, y probablemente lo tenían, pero la ira de Dios era distinta, imaginable, como un huracán que había arrasado con todo y todos sin piedad, en cuestión de segundos. Dios no tuvo piedad alguna, y eso lo aterrorizó, nunca lo creyó capaz a tal atrocidad. Aquel ser no era el Dios misericordioso y amable que había conocido, el que él amaba y adoraba en su momento, el Dios que decía amarlo y llamarlo “Ángel favorito”… Un Dios que Lucifer subestimó. Jamás se hubiese imaginado que él Todo Poderoso los destruiría sin ni siquiera dudarlo.

Aunque durante la batalla Dios se negó a aparecer, dejando que sus fieles seguidores se mancharan las manos por él, pero no le había dado otra opción a Dios, que ser parte de la guerra en el momento que Lucifer había cometido el pecado de llevar la pelea al palacio santo,  enfurecido por el hecho de que Lucifer había traspasado los límites del paraíso vistiendo un cuerpo mortal, uno de los peores pecados que pudo cometer, [El paraíso estaba prohibido para cualquier ser que no fuera espiritual.]. Había desatado la furia de Dios sin remedio alguno.

Lucifer era consciente de  que aquella sangre quedaría en sus manos para toda la eternidad, a pesar de no ser el que hizo el trabajo sucio, sentía dentro suyo que era el responsable de todas las caídas de los legiones de ángeles.

—Lucifer…—Le murmuró uno de los pocos ángeles que sobrevivieron a la guerra, y ahora se encontraban en la misma situación que él: encadenados y derrotados.

Pero Lucifer no contestaba a los llamados de los ángeles que habían sobrevivido en la batalla. Estaba muy ocupado viendo los raudales de sangre que corrían por su lado.
Él tenía heridas también, la mayoría en su rostro, traspasando de lado a lado, ardiendo con cierta belleza… su cabello castaño y espeso caía sobre su frente, los músculos de su torso y brazos se tensionaban contra su piel. Y por último, sus alas blancas tras su espalda… radiantes, hermosas, elevándose  rebeldemente, llenas de arrogancia, negándose rotundamente a la derrota.

 Iɴ ᴛʜᴇ Dᴇᴠɪʟ's ᴀʀᴍs. || Lᴀʀʀʏ Sᴛʏʟɪɴsᴏɴ 🥀.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora