I; El inicio.

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-¡Un agaporni! ¡Le ha dado al motor un agaporni! - Teorizó de inmediato.

-¿Es en serio? - preguntó  incrédulo con una extraña sonrisa de confusión. No podía creer lo que sucedia.

L o sabia. Desde temprano venia suprimiendo esta sensación.

No entendía el por qué, pero algo en su interior se lo decía. Voz que ignoro completamente por la felicidad de viajar al lado de la persona que le gustaba.

¿Todo para qué? 

Habia optado por

–¡Un agaporni! ¡ha dado en el motor un agaporni!

–¿Pero qué agaporni? – Cuestionó sin comprender, estaba claro que una simple avecilla no podría haber sido la suficiente causa de las recientes explosiones en las hélices del avión. O al menos así le obligaba a suponer la parte lógica de su cerebro. Además, era más creíble que Fargan hubiese simplemente improvisado esa teoría, ya sea por pánico o mera broma, y la ultima opción parecía la mas factible, la verdad.

–¡Eh, espera! ¡Busca paracaídas, paracaídas! –.  Ordenó de inmediato, reiterando la última palabra no solo para dar a entender lo importante que esto era sino también por si no había logrando ser escuchado con claridad entre tanto ruido.

Parecía que sus instintos de supervivencia se habían activado automáticamente, pese a que lamentaba la situación al no tratarse de alguna verdadera aventura.

Fargan quien al menos era consiente de la gravedad del asunto decidió obedecerle sin chistar, si por él fuera no tenía absolutamente ningún problema en confiarle su vida al de finos cabellos plateados, a sus ojos; veía a Willy como alguien lleno de sabiduría.

Pese a ser su menor, era verdad que había sabia muchísimo de la vida. Había abandonado su hogar a más temprana edad de la que hubiese deseado gracias a algunas diferencias verbales que tuvo en aquel tiempo con su familia, se mudó, conoció personas; muchas de hecho, algunas más importantes que otras.

Un buen ejemplo de esto ultimo era la persona que actualmente ocupaba el puesto de su mejor amigo, pensar en él casi siempre traía una adorable sonrisa en su rostro, lamentablemente recordar que era muy probable que no volveria a ver Vegetta no le animó para nada.

Fargan regresó, trayéndolo de vuelta a la realidad e informandole de su fracaso sobre la orden de antes, tras ello solo le miró espectante.

Podía verlo en sus ojos, él esperaba que nuevamente le dijera qué hacer. Sonrió con ternura, parecía un cachorrito, ¿acaso el sujeto estaba disfrutando esto? Y aún dejando eso de lado, comenzaba a recordar que en realidad nunca discutió con na persona que estaba frente a él, pues si en alguna ocasión Fargan se negaba a acatar algún pedido solo bastaba un poco de persuacion de su parte para que finalmente terminara cediendo cualquier orden o capricho.

Era ahora que se realmente se arrepentía de no haber valorado como correspondía a su amigo. Genial, ahora moriría con remordimiento.

La situación comenzaba a tornase aun mas estresante, el avión simplemente seguía cayendo, obedeciendo fielmente a la imparcial gravedad.

El resto de los pasajeros corrían en círculos; desesperados, soltabam en gritos sus pecados y lamentos, obviamente eran consientes de que este seria el fin.

–¡El motor, lo he visto caer! – Avisó Fargan, quién aún sin saber qué hacer solo actuaba como espectador. En el fondo sabia que al otro se le terminaría ocurriendo algo y quizás por ello se elejo, para darle un poco de espacio para pensar, aún así, con aquello que acababa de soltar también quería recordarle que no les quedaba mucho tienpo...

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⏰ Última actualización: May 14 ⏰

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Náufragos: "Un romance a la deriva." (Willgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora