; Prólogo.

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Fuego.

Desesperación.

Personas gritando.

Y un avión cayendo.

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Esos fueron los ingredientes elegidos para iniciar la historia de un bello romance jamas contado. Gracias a un accidente las cosas habían acabado de este modo, pero... ¿realmente fue así?

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Todo sucedió tan rápido. En un simple abrir y cerrar de ojos, un agradable viaje de vacaciones se había transformado en una pesadilla.
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-Agh.. es que no vuelvo a tomar en mi vida... -Se prometió a si mismo al despertar. Inconciente aún ante la verdadera situación, su cerebro le hizo creer con inocencia que aquel intenso dolor de cabeza que le había invadido apenas desperto se trataba de una simple resaca más. Era probable que estuviese lidiando con esto incluso dormido, solo que ahora era consciente de ello. A sabiendas de esto deseaba haber permanecido en los dulces brazos de Morfeo al menos algunas horas más.

Sin más remedio sobre qué hacer con pereza procedió a rasgarse los ojos, con la idea en mente de aconsejarle amablemente al dueño de casa la próxima vez cerrar las percianas. Eso o matarle. Cualquiera de aquellas opciones daba igual en estos momentos. El sol le estaba torturando las retinas sin piedad.

Poco después descubrió que en realidad siempre se trato de los rayos del sol apuntándole directamente sobre el rostro. Ahora tenia más sentido el porqué le molestaba de sobremanera.

Aunque descubrir aquello había creado más dudas que respuestas en su cabeza.

¿Había dormido en algún patio? ¿Y en cuyo caso el jardín de quién? Solo esperaba que no en el de algún desconocido, qué incomodo sería.

Confundido, optó por sentarse para tener una mejor visión del lugar y quizás así darse una idea de en donde se encontraba.

El horrible sol y su aún más horrible y molesta presencia, los arboles tropicales y la excesiva cantidad de arena que lo rodeaban pasaron en un instante a segundo plano tras sentir algo realmente mojado debajo suyo.

"Oh, no, no, no."

Como si de un pequeño niño se tratara, Fargan temía mirar hacia abajo.

Transcurridos algunos minutos rogandole a cuantos dioses conocía que no fuese lo que creía que era, finalmente se atrevió a hacerlo.

¡Oh, que gran maravilla! Como siempre, la suerte estaba de su lado por supuesto.

Suspiró extremadamente aliviado, agradecía no haber llegado a ese punto de embriaguez y que sólo se tratara de agua.

Quizás sufrir un bochornoso accidente estando a solas y en quién sabe donde no fuese la gran cosa para algunos, para él parecía significar algo.

También notó a su querido antifaz al lado suyo, eso explicaba porque antes le fue fácil frotarse los ojos, probablemente se le había caído estando dormido. No lo pensó mucho y volvió a colocárselo ya que no le gustaba andar sin aquel el accesorio puesto, para su suerte estaba seco y en buen estado.

De espaldas al mar Fargan observó sus alrededores, levantandose también del sitió en donde el agua había logrado alcanzarle, estando ahora de pie aprovechaba para quitarse la arena que se había pegado a las partes aún mojadas de su ropa, entonces, en medio de ello finalmente lo recordó... parecía haber recordado casi todo.

Náufragos: "Un romance a la deriva." (Willgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora