04 | Operación : Descuido.

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Para Satoru, los asesores y las prostitutas eran un poco de lo mismo; con la clara diferencia de que no todos los asesores tenían que acostarse con sus clientes, y no todos los clientes de las prostitutas recurrían a sus servicios por algún tipo de vacío emocional; y por supuesto, ellos contaban con mejores prestaciones, aunque su negocio fuera igual de "clandestino" y satanizado por aquellos moralistas que tan sin cuidado le tenían.

Suguru colocó una lata de gaseosa contra su mejilla para hacerlo volver al mundo de los vivos, había llegado enfurruñado, —con la carencia de madurez a la que su colega estaba acostumbrado— maldecía a Itadori Yuuji, a Fushiguro Megumi y a lo intrépido que fue su carácter en el tiempo que se involucró en los asuntos de esos dos.

—Hazle un favor al chico y renuncia a su caso. Puedo tomarlo por ti si temes que quede en manos de alguien aún más peligroso que tú.—Suguru le regaló otra de esas sonrisas forzadas y Gojo estuvo tentado a estamparle un puño en la cara. Algunas veces olvidaba que Suguru pertenecía a esa rama de asesores que tanto detestaba.

Los asesores líricos tenían una característica general: Ser insoportables (A la percepción de Gojo).

De forma poética, usaban la belleza de la vida y las palabras para engatusar a sus clientes, hacerles creer que todo estaría bien al envolverlos en hermosas mentiras. Satoru estaba seguro de que nada podía doler más que un asesor lírico que supiera hacer bien su trabajo; en lo particular, sólo toleraba a Suguru por costumbre, y a Inumaki porque el chico rompía con los estándares de la rama y apenas decía lo suficiente como para hacer ver que estaba ahí. 

—No dejaría a Yuuji-kun en tus manos, acabarías rompiéndole el corazón.—Protestó, abriendo la lata para dar un sorbo directo y fruncir los labios ante la sensación no tan fría y tampoco lo suficiente dulce como para cumplir con su función de quitarle el mal sabor de la boca.

—¿Qué te hace pensar que eres mejor que yo? Un corazón roto puede curarse, pero un alma rota es imposible de reparar… Sólo se rompe más cada vez que la tocas.

—¡Oh, dioses! Que te den el premio Oscar en poesía.—Se burló Satoru.

—¿No será Nobel? 

Gojo miró a Suguru, Suguru miró a Gojo, y ambos acordaron de forma silenciosa no volver a hablar de esa pequeña confusión.

—Como sea, no es como que Itadori realmente te importe, ¿Verdad? Sólo estás encaprichado por tu tasa de éxito.

El albino hizo una mueca amorfa, que casi burlaba la delgada línea entre lucir infantil y mostrarse demasiado ridículo. No le importaba Itadori Yuuji, pero le hacía sentir molesto de forma constante, incluso si pocas veces lo demostraba. 

—Te está afectando de nuevo, Satoru… No vuelvas a involucrarte más de la cuenta o te juro que hablaré con Yaga para hacer que te despida.

—¡Ustedes no podrían subsistir sin el asesor más valioso del mundo!

—Y también el más estúpido, al parecer.

🌙

A Yuuji no le gustaba que lo dejaran solo en sitios concurridos, tenía terribles recuerdos de una tarde cálida de verano, en la que una salida por un helado se volvió un suceso que jamás había entendido del todo. 

Operación: O l v i d o  | «GoYuu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora