❛ Tribute ❜ ❪ Jamikari ❫

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𝘼𝘿𝙑𝙀𝙍𝙏𝙀𝙉𝘾𝙄𝘼𝙎• R-18 G• Vore• Diferencia de edad• Mutilación• Non-con • Básicamente una adaptación de la historia de Iguro Obanai• Puede ser considerado un Crossover con Demon Slayer


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Gritos de dolor y un llanto incesante clamando por piedad. Dos hombres sujetando con fuerza al niño que no deja de llorar mientras se retuerce igual que un animal en el matadero; y Jamil solo mira, impasible como siempre, aburrido, su cola se agita en molestia, no está acostumbrado al llanto humano; diferente de otros tantos como él, no goza de la lucha innecesaria, prefiere ejecutar de manera rápida y gozar de la carne suave de los infantes dormidos, llevados ante él por sus propias madres en busca de una bendición.

— Hagan que se calle.

Su voz resuena en el santuario, haciendo que los hombres sientan su piel erizarse, mientras el niño lo mira paralizado y el apetito de Jamil se abre. La sangre corre por los labios cortados y cayendo por la quijada del niño, su rostro se ve pálido por la perdida de sangre y Jamil sonríe al ver que él bendito liquido rojo se acumula en un cáliz dorado, no puede evitarlo, relame sus labios ante la grotesca vista del rostro desfigurado.

Ha esperado 12 años por él, su estómago ruge, ansia tanto devorarlo, tan solo lo conservo hasta entonces para disfrutar más que un bocado, quiere cortar sus brazos y piernas, morder cada centímetro de la piel tersa, quiere besar las cicatrices y luego comerlo por completo. Los humanos son patéticos, son desechables, tan solo sirven de ganado y Jamil lo sabe, pero, en ocasiones, cada cierto tiempo nace alguien excepcional, 300 años había esperado Jamil, humano tras humano devorado, hasta aquella mujer de cabello blanco y ojos bermellón llegó ante él. Con un niño en vuelto en seda, un niño precioso en comparación a cualquier otro. Jamil recordaba bien ese día, había tomado al niño en brazos, un niño que le miró con curiosidad y fervor, lejos del pánico que cualquier otro pudiera demostrar ante la presencia del demonio. El niño jugó con las serpientes en el cabello de Jamil y se recostó sobre las escamas de la cola. El resto se paralizó, sin entender porque el amo y señor del santuario permitía tal acercamiento y no solo comía al niño como lo había hecho muchas veces antes.

— Me gusta —Fueron sus únicas palabras, antes de mandar al niño a encerrar, el único niño que creció dentro del santuario, cuidado y alimentado, tratado como el amo, cuando en realidad solo el platillo principal. Eso lo entendió aquella noche, dónde sacado de su cama fue llevado hasta el salón principal, dónde el demonio aguardaba con ansias su comida. Ya no era un bebé, ya podría morder un par de veces antes de tragar.

Uno de los guardias recogió el cáliz y lo entregó a Jamil, ofreciendo una reverencia y sus disculpas por tal espectáculo, Kalim había luchado mucho más de lo que hubieran esperado.

—No permitan que se desangre, no quiero desperdiciar nada y prefiero mi comida fresca —Apenas ordenó, el culto se movilizó, vendado las heridas de Kalim, sutura tras sutura, el pobre niño incapaz de apartar la vista del naga que ahora saboreaba su sangre con deleite, Jamil quería esperar más, quería que Kalim creciera, alimentarlo y su cuerpo regordete fuera el banquete perfecto, pero al probar su sangre, el éxtasis invadió su cuerpo. Había esperado tanto, no solo era un niño fuera de lo inusual, su sangre era tan apetecible, que no pudo esperar.

Jamil se movió fuera de su altar, por primera vez en siglos, el culto huyó, dejando al niño moribundo, el mismo que fue envuelto en las escamas negras del naga, Kalim miró con lágrimas contenidas al demonio frente a él, la sonrisa torcida y la mirada hambrienta, Kalim habría gritado de haber podido, pero las vendas mal puestas en su boca lo impidieron, forcejear ni siquiera parecía una opción ante la fuerte cola enredada en él, buscando asfixiarlo o sacarle los ojos, lo que sucediera primero, después de todo, Jamil quería conservar el recuerdo del niño al que vio crecer, al que por las noches visitaba para saborear el sudor de su piel, el que tenía pesadillas y problemas para dormir, seguro que por las noches algo lo visitaba, pero nunca supo que era Jamil, tomando su cuerpo, alimentándose de él por momentos, porque cada gota que tomaba de Kalim, era un completo elixir para Jamil.

Y si sangre sin duda, era el mejor aperitivo que pudiera probar antes del plato principal. Así es como Kalim iba a morir, sus ojos se cerraron, cansado, sin aliento y la hemorragia ahogando sus lamentos, sería devorado por las fauces de un demonio que en silencio le había adorado y criado hasta ese momento, ah no ser...

—Niño, ¿Estás bien? —Kalim abrió los ojos, viendo por primera vez el mundo exterior y el deslumbrante sol, su mandíbula todavía dolida, pero ya no sangraba y podía decir que sus heridas habían sido saturadas. —Que alivio, abriste los ojos.

Frente a él, un pequeño hombre, de tez tan pálida como la misma luna, ojos rojos, cabello largo y negro, con pequeños mechones rosados, una sonrisa amable y dulce, casi paternal.

—Empezaba a creer que no lo harías, me presento, soy Lilia Vanrouge, pilar del murciélago. —Lilia parecía amable, pero Kalim retrocedió asustado, sin comprender lo que había pasado.

— El demonio escapó por túneles debajo de la finca— Una nueva voz, Kalim le miró, un joven apuesto, tan apuesto que Kalim se sonrojó —Oh, Silver, pilar de la aurora.El hombre le sonrió y Kalim sintió su corazón desbocado. Un demonio había intentado devorarlo, y dos pilares le habían salvado, el culto tenía que ser asesinado por sus crímenes y el demonio cazado, Kalim iba a cazarlos en persona, las cicatrices que dejó en su rostro eran un juramento silencioso de que tarde o temprano, iba a eliminar a Jamil.

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2023 ⏰

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