¿Brujería?

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Los días pasaban, y yo seguía con las dudas en la cabeza.
A veces pensaba que lo que me había dicho mi abuela, era solo una mentira para que la dejara en paz. Pero al momento me arrepentía de pensar aquello. Mi abuela no era así, no era capaz de mentirme de aquella manera.

Un día que volvía del colegio, el cielo estaba gris, con unas nubes cargadas de lluvia, así que me apresuré a llegar a casa.
Cuando faltaba poco para llegar, una gota de agua me cayó en la caveza. Dejé de correr, ya no valía la pena, igualmente me mojaria.
—¡Eh, bruja!— no hacía falta ni que me jirara, ya sabía quien era y no quería encontrarmelo.       —¿Porque no paras esta tormenta? Dile a tus fantasmas que nos estamos mojando.

Un chico alto de cabello castaño despeinado y unos profundos ojos azules, encabezaba un grupo de dos muchachos regordetes y una chica guapa, llena de maquillaje.

—Déjame en paz Matthew, quiero irme a casa.

—Y yo no quiero que te vayas. Sabes, todos dicen que puedes hacer magia oscura, quiero ver como lo haces.— dijo sacudiendo las manos como si utilizará una varita.

—Pues si los demás ciden eso, es que no saben nada de mi. Obviamente, mienten.

La lluvia ya había empezado a caer fuerte y estábamos empapados de pies a cabeza. Jessica, la única chica del grupo, se tapaba la cara con las manos para intentar que no se le corriera el maquillaje, aún así, unas ileras negras, causadas por el rimel, le corrían por las mejillas.

—Déjala Matt, haber si nos va a hechar una maldición. Solo con verla, ya se sabe que no es normal— dijo Jessica, con una mueca de asco.

—Chica, ¿te has visto la cara? Aquí la única que parece una bruja, eres tú— dije señalando el maquillaje corrido —Mejor vete a casa, antes de que te vea alguien.

Si las miradas mataran, yo ya estaría enterrada bajo tierra.

—Asquerosa repelente, ¡como te atreves a insultar a mi novia!— dijo Matthew acercandose peligrosamente a mi con el puño alzado. —¡Te voy a enseñar ahora quien es la fea aquí!

Intente escabullirme de uno de sus golpos y lo conseguí. Pero al siguiente no pude moverme, los otros dos chicos me habían agarrado de las muñecas y me impedían defenderme. Detrás de ellos, Jessica me miraba con una sonrisa triunfadora en los labios, y los grazos cruzados delante del pecho.

—¡Así sabrás, con quien no debes meterte, bicho raro!

Sentí que me mareaba. Ya tenía unos cuantos moratones y sentía que la sangre bajaba por mi nariz. Cuando creí que me desmayaba, algo dentro de mi, se rebeló. Conseguí deshacerme de los agarres que me sujetaban y note que los ojos se me volvían blancos. No veía nada. Escuche golpes y gritos, muchos gritos. Note que las fuerzas me abandonaban y caí de rodillas al suelo. No sabía que había pasado y no quería saberlo. Ahun no.

Se me era imposible abrir los ojos, pero cuando lo conseguí, vi que me encontraba en ese callejón ahun lloviendo.
Me intenté levantar del suelo, pero las piernas no me podían mantener de pie. Me senté con la espalda apoyada en la pared y me permití mirar a mi alrededor.

Los cubos de basura esparcidos por el suelo desprendían un pudor asqueroso. Vi que en el suelo se encontraba el pequeño bolso rosa de Jessica y que por alguna razón, ella y los dos gorilas de Matthew no estaban.

Matthew...

Lo encontré tendido en el suelo con una mancha de sangre en el brazo y supuse que se lo había roto. Parecía inconsciente y lo confirmé cuando lo oí delirar.
Me acerqué a él como pude y lo zarandeé para que se pespertara.

—Matthew, Matthew despierta. Venga contestame, tienes que ir al médico.

—¿Jessica...?— preguntó.
Me dió pena por él, porque Jessica lo había abandonado, por así decirlo, en una situación... extraña.

—No, Jessica se ha ido... Lo siento.
Vi que al fin abría los ojos y cuando se percató de quien tenía a su lado se levantó de golpe y retrocedió sentado.

—¡Ajh!— oí quejarse por la herida del brazo.
Quise acercarme a él para intentar tapar la hemorragia, pero él me lo impedió.

—¡Tú, no te acerques, ni se te ocurra tocarme bruja!— me sorprendió porque lo decía con miedo, mientras que retrocedía bruscamente hasta quedar con la espalda en la pared.
—No se que me has hecho. Todos tenían razón, eres una bruja. ¡Vete! No me hagas daño... Por favor.— añadió en un susurro.

Estaba confundida. ¿Que había pasado? ¿¡Todo eso lo había hecho yo?!
Me apoyé en la pared, con las manos en la cabeza y la mirada fija en el suelo. No entendía nada.
Cuando salí de esa especie de trance, pregunté a Matthew lo que había pasado.

—¡No te hagas la tonta! Sabes perfectamente lo que ha pasado.

—De verdad que no lo sé, no vi nada.

—¡Pues claro que no viste nada! Se te pusieron los ojos en blanco y empezaste a decir cosas raras. ¡Levitaste!— dijo con los ojos como platos ahun sin creerse lo que había visto —Extendiste los brazos cuando estabas ya, por encima de nuestras cabezas y no se que dijiste, pero una nube negra nos embolvió.— hablaba como si, realmente, estuviera loco —Luego ya no se que pasó. ¡Todo esto es por tú culpa! ¡Eres un monstruo! ¡No tendrías que haber nacido!

Tras aquellas palabras noté que una lagrima me resbalaba por la mejilla. Tenía razón. Todos tenían razón. Era un monstruo. No tendría que haber nacido. Donde pasaba yo, siempre ocurrieran cosas raras y con ellas, problemas. Así había sido, y así sería siempre.

Matthew, viéndome en ese estado, aprobechó para ponerse de pie y salir corriendo. No me importó, tampoco lo seguí. Lo único que tenía claro de todo ese follón, es que ni Matthew, ni nadie, se volvería a acercar a mi.

Llorando, me tumbé en el suelo. No me importaba que estuviera todo lleno de basura, ni que alguien que pasara por la calle me viera. Solo miraba las nubes de tormenta que poblaban encima mío. La lluvia me recorría el rostro y se mezclaba con las lágrimas de rabia y de pena que me había aguantado durante todo este tiempo.

De repente me vino a la cabeza, la conversación que había tenido con mi abuela.
<<Tu destino sería acabar la misión que empezó tu abuelo>>
Seguía sin entender nada. Estaba hasta las narices de todo esto. O lo solucionaba de alguna manera, o no podría más.

La chica de los ojos de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora