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La planta bajos sus pies dolían de tanto correr sin reparo ni descanso. Su estómago rugía en hambre y su garganta seca demostraba lo tan sediento que estaba, suplicando un poco de agua para refrescarse y seguir el largo tramo que significaba el correr por siempre de tu muerte inminente. Las ropas rasgadas y su cuerpo golpeado les decían a gritos que parara, un descanso de 5, no, 10 minutos para así seguir poder corriendo tanto como desee; su alma esta agitada y su mente cansada, de todo, de todos, de él.

"Vive, Itadori."

Recuerda la vaga voz de Fushiguro en algún rincón de sus recuerdos. Su respiración agitada y las ojeras bajos sus ojos demostraba el sueño que tenía cargando consigo luego de no haber dormido por cuatros noches. Sabe que su mente lo está torturando, pero ni así iba a detenerse, no cuando tenía seis pares de pies siguiéndole el rastro y el paso. Lo sabe, sabe que estaban a un día de verdaderamente alcanzo, y por eso seguía corriendo.

"Quiero que vivas y me demuestres que aun mantienes esa sonrisa muy dentro de ti."

Las lágrimas brotan en medio de sus jadeos, recorriendo por su rabillo del ojo hasta simplemente desaparecer una vez hayan salido, volando detrás suyo. No voltea, no tiene por qué, no tiene nada detrás de él como para hacerle voltear, pero una parte de su subconsciente quería hacerlo. Quería mirar atrás y observar que ahí estaba Fushiguro, persiguiéndole, a casi nada de tocarlo, un simple juego de "Las traes" como parte de su entrenamiento, mientras Nobara reía escandalosa porque Megumi no podía seguirle el paso. Itadori sabe que no había nadie ahí y que esto no era un juego. Ya no tendría a su mejor amigo refunfuñando porque nunca puede alcanzarlo en velocidad, ni tempo tendría a la chica riéndose de ambos por lo tan infantiles que llegaban a ser a veces. Ya no tenia a nadie, ni a su favor, ni como sus amigos.

Verdaderamente iban a ejecutarlo.

"Vive por todos, Yuuji."

Se detiene porque ha tropezado, no porque verdaderamente lo quisiera hacer. Los sollozos se escuchan en medio de sus jadeos, el hipido en medio de sus maldiciones, el dolor lo siente perforar tan dentro de su ser que no se puede levantar del lodo en medio del bosque. Ha estado corriendo por cuatro días y cuatro noches. Había llegado a pequeños pueblos y se ha ocultado en medio de los árboles luego de perder la ciudad al cabo del primer día. Esto no era como las películas donde podías agarrar dinero de donde sea e irte a otro país, cambiando tu nombre e identidad, vivir una nueva vida dejando todo atrás. Esto era mucho más real que cualquiera de todas películas que solía ve con Kugisaki y Fushiguro. Esta era su vida ahora, como un fugitivo luego de no aceptar el destino que le fue escrito desde el momento en que se comió el primer dedo de Sukuna.

Intenta levantarse. Sus piernas tiemblan y él gime de dolor. Ya no puede alzarse. Su cuerpo había llegado a un límite del cual no sabía que tenía, aunque él sabía que el cansancio mental también estaba perforando en todo su sistema. Era demasiado para él. Perder todo en un mismo día por su imprudencia. La promesa de su mejor amigo hace eco fuertemente en sus tímpanos antes de ser ejecutado por interrumpir el ritual para excorcizarlo, y él solo pudo levantarse en contra de todos los talismanes que le habían puesto al cuarto y a su cuerpo.

Y simplemente escapo. Huyo. Por todos. Por Fushiguro, por Nobara. Por él mismo.

<< Solo estas vivo por qué hiciste una promesa. >>

La voz de Sukuna es la siguiente en detonar en su cabeza, demasiado exhausto como para siquiera responderle y pelear como de costumbre. La maldición no le podía decir nada si él también sentía el deseo fervor de seguir viviendo luego de tener ya dentro de él todos los dedos. Itadori no podía imaginarse el que se sentiría volver a ser el más poderoso de todas las maldiciones, pero siendo cruelmente enjaulado en su cuerpo como recipiente. Suelta una sonrisa cansada en ironía y solo entonces se arrastra hasta poder recargarse en un viejo tronco de madera; las lágrimas ya han sido secadas, el joven de 18 años aún no sabe porque no puede liberar todos sus pesares, pero no tenía tanto tiempo libre como para pensar en la depresión que deseaba soltar en forma de gritos y lágrimas. Sus ojos se cierran, imposible de no poder sucumbir al descanso.

Vive (ItaGo)Where stories live. Discover now