III

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Tener un clan a tu cargo, pese a tener una edad tan temprana, era un peso que sin duda Satoru debía aprender a conllevar por el resto de la vida. No podía culpar a su madre, quien murió en el parto después de que él naciera, o a su padre, que desapareció sin dejar rastro de su huella. No podía culpar a nadie, más que a sí mismo, por ser un chiquillo débil que aún no podía manejar su excesiva energía maldita que le fue heredada. Miles de cientos de sangre evolutiva corría por sus venas, le fue bendecido con el Infinito y los Seis ojos, poderes inimaginables que, si aprendía a controlarlos, llegaría a ser igual de fuerte que cualquier Dios que se le ocurriese mirarlo por encima suyo. Sin embargo, los desechaba a la basura cuando entrenaba, no sabía cómo manejar algo tan poderoso como la energía maldita inversa, ni siquiera podía activar o desactivar su infinito como le diese la gana.

Era simplemente un niño que apenas estaba aprendiendo a llevar las riendas de su vida o lo que significaba ser el último del clan Gojo. Ser el único hechicero en aquella gran casona tampoco le ayudaba, solo los libros que alguna vez estuvo leyendo en la biblioteca privada, o su tutor Yaga, que llevaba algunos meses de no volverle a ver luego de escuchar varios problemas en la nueva institución de hechicería que manejaba. Estaba solo. Desde los 10 años aprendió a andar solo, a tomar decisiones buenas y malas, a vivir como el joven líder que era y aprender a manejar su magia correctamente como se debería.

Era tanto el peso que simplemente se le olvido de cómo ser un niño. Aprendió a madurar rápido y a moverse como adulto. A los 11 años fue que se presentó como la nueva cabeza de los Gojo's, y supo que a partir de entonces tenía que vivir sin la presencia de alguien especializado en los temas que tuvo que aprender a la fuerza. Se educó solo, creció solo, maduro solo y entrenaba solo. No había lamentos en sus acciones, porque sabía que todo esto era para el bien de su futura familia, y también para honrar a los antepasados que dieron su sacrificio para prevalecer en lo alto de los demás clanes.

Satoru nunca quiso esta vida. Nunca quiso dejar de jugar en la yerba. De ir a recoger los melocotones de los árboles, de leer hasta caer dormido sobre el tatami, o de la emoción de aprender a dominar sus poderes. Nunca quiso nada de esto, pero era su deber y responsabilidad desde el momento en que fue engendrado. Debía callar y de cumplirlos como tal hasta el lecho de su muerte.

Pero era caprichoso, egocéntrico, egoísta y hasta posesivo. Él lo sabía mejor que nadie, estaba consciente de su propia personalidad, pero aun así no hacía mucho por reprocharse a sí mismo y cambiar. Cuando noto la débil energía maldita que trataba de esconderse sobre la oscuridad de su casa fue que se puso en marcha para acabar con la maldición que osaba pisar sus tierras, el sentimiento de querer exorcizarla como parte de su desquite luego de la frustración que sentía por haber perdido energía maldita a lo idiota. Estaba listo para acabarla con uno de sus hechizos inversos, debía de funcionar, sabía que debía de funcionar.

Porque, en una situación de vida o muerte, ¿Qué haría en el momento en estuviera oscilando sobre el acantilado? ¿Debía de caer sin aferrarse a algo? ¿Morir patéticamente sin cumplir con su legado?

Pertenecía al clan Gojo y le traería dicha a este como le fue inculcado.

Por supuesto, no espero encontrarse con los movimientos débiles de un ser humano. Al principio dudo sobre apuntar con su mano, pero el tipo del otro lado no era nada suyo, además de que había entrado a su casa a robar de la comida que las señoras recolectaban de su huerto. Sin vacilaciones fue que apunto a quien parecía un muchacho joven, y hablo fuerte y claro.

— Ritual maldito inverso: Rojo.

Pero, como suponía, nada paso al cabo de un rato. La frustración volvió a aparecer, regándose a sí mismo por lo tan estúpido que llegaba a hacer. Sabía que había condiciones que debía de cumplir para poder hacer sus rituales, pero que no se pudiera cumplir por falta de energía maldita era de lo peor para él.

Vive (ItaGo)Where stories live. Discover now