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⠀⠀⠀⠀Hogar.

⠀⠀⠀⠀Tratar de fijar un hogar para Law había sido un reto durante la mayor parte de su vida. Estaba Flevance, pero ese hogar se había quemado hasta los cimientos. Luego estaba Cora-san, con quien había viajado durante mucho tiempo. Aquellas épocas eran la sensación más cercana a un hogar que Law no había vuelto a experimentar en mucho tiempo. Luego estaba el Polar Tang, el gran submarino amarillo al que nunca había considerado verdaderamente un hogar. 

Era extraño, dado el tiempo que Law había pasado en él. Su tripulación jugaba un papel importante en ayudarle a sentir que pertenecía a un lugar. 

Law no lo llamaría hogar. 

Quizá fuera la constante plaga de pesadillas y traumas lo que le impedía hacerlo.

Tal vez fueron aquellos meses que había pasado fuera en sus misiones en solitario. 

O tal vez simplemente fuese él quien concentró toda su energía, su estrés, sus pensamientos y su vida hacia ese único objetivo. 

Esa única meta para la verdadera libertad. 

Ha pasado una semana desde Wano.

Incluso habían pasado más semanas desde que había completado ese objetivo suyo. 

El techo gris del submarino le miraba fijamente a sus dorados ojos. Los suaves cojines del colchón abrazaban su espalda.

La nueva misión. El nuevo plan. El nuevo impulso en su vida parecía tan... extraño.

No, ésa no era la palabra correcta. ¿Vago? ¿Distante?

Eso no encajaba con él. El objetivo de encontrar el One Piece había estado en su mente durante bastante tiempo, si en el fondo si era sincero. Los obstáculos del mundo habían obstaculizado ese camino durante mucho tiempo. Ahora, al dirigirse directamente a la meta, se le hizo un nudo en la garganta.

Uno que no había estado allí en Punk Hazard. 

Ni en Dressrosa. 

Ni en Zou. 

Oh, pero sí había estado allí en Wano. 

Un pequeño resoplido salió de Law tras eso. Movió su cuello que crujió y le dolió de tanto mirar al techo. Los libros y papeles esparcidos por su escritorio no le interesaban como de costumbre. 

Había dejado una parte de sí mismo en Wano.

No había sido evidente hasta que intentó volver a la normalidad, pero la normalidad no existía exactamente para los piratas. Algo así como un hogar, al que los piratas pudieran acercarse lo más posible, pero nunca llegar del todo.

Era la normalidad de Law. 

La normalidad de Law había sido estudiar nuevas revistas médicas. Trazar la ruta para el próximo destino. Mantener el barco. Revisar sus libros de medicina más antiguos, clasificando los que podía retirar para hacer espacio para más.

Pero durante los últimos meses los había pasado en un barco de colores brillantes y lleno de hierba. Un barco que contaba con un ciborg que trabajaba en él. Tenía un músico que cantaba una canción para acompañar el ruido blanco del mar. Una navegante que regañaba a la tripulación durante su tiempo de inactividad para que el barco siguiera su curso. Un francotirador y un médico que jugaban entre ellos en voz alta. Un espadachín durmiente que de vez en cuando se peleaba con el cocinero del barco. Una arqueóloga tranquila pero cálida que leía historias de las mentes de todo el mundo. 

ANTES DE QUE ME VAYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora