Parte 3 La Mujer entre las flores Amarillas

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        En el cuadro digital del vehículo, marcaban las 11:36 de la mañana, y el arpegio de la canción que estaba sonando se diluyó entre los sonidos huecos de la maquinaria del motor.

        Clara había estado cantando una canción tras otra, cuando sin darse cuenta comenzó a recordar cada una de las que formaban el disco. Le pareció ridículo las veces que había montado el numerito mientras conducía, excitada por las canciones que escuchaba, como si de una artista profesional se tratase. Soltó una carcajada al recordar como en la ciudad habían sido varios los compañeros de carretera que la habían sorprendido observando mientras agarraba un microfono imaginario y se desgañitaba al compás de las notas.

        Ahora estaba sola, y nadie podía observar su actuación, aunque eso, nunca le llegó a importar del todo.

        El sol se mostraba expectante en el horizonte, como dándole la bienvenida después de tanto tiempo sin haberse visto. En la ciudad, este no era más que una lejana bombilla en alguna esquina del firmamento, aquí se mostraba colosal, como dueño de la inmensidad observando a sus diminutos discípulos.

        La temperatura ya había empezado a subir, en un ejercicio de contorsionismo se quitó la fina chaqueta sin desabrocharse el cinturón de seguridad. Era algo que hacía a menudo de camino al bufete donde trabajaba como secretaria desde hacía doce años.

        Nunca podía haber imaginado encontrar el trabajo que tenía. Fue una suerte que le aceptaran las prácticas de administrativa aquel verano. Desde entonces no volvió a salir de aquella oficina, y aunque otros le habían aconsejado en varias ocasiones que un cambio de aires le aportaría nuevos conocimientos, ella siguió optando por quedarse en el lugar donde se encontraba agusto, aunque este fuese su primer y único trabajo.

        Clara dirigió su mirada hacia la rueda de control de temperatura y apagó la calefacción que había estado llenando de ese agobiante aire plastificado el interior de su Toyota.

        Cuando levantó la vista, vió algo que no había recordado hasta ese preciso momento.

        Los campos de flores amarillas.

 

        Le pareció estar soñando, las llanuras de hierbas secas que le habían estado rodeando, habían desaparecido, y en su lugar miles de flores amarillas rodeaban la carretera, hasta donde alcanzaba su visión, aquel mar de oro sobre el que navegaba resplandecía con tal fuerza que le obligó a entrecerrar los ojos para protegerse de la luz que desprendía.  

        Al abrir la ventana del vehículo, el aroma dulce acarició el rostro de Clara y paseó por todo el interior hasta regresar a salir, como la breve visita de un nuevo vecino que presenta sus saludos.

No podía decir que fuera una gran aficionada a la fotografía, pero dentro de sus limitaciones o capacidades para apreciar la belleza de la naturaleza, creyó mas que necesario tomar una instantánea del paisaje.

        Desde que los teléfonos móviles inteligentes y sus derivadas utilidades cubrieron el planeta de una capa de creatividad colectiva, Clara había sido frecuente entre foros de expertos en el tema, y no se le daba nada mal.

        Así que solo tardó unos segundos en saber que detendría el coche a un lado de la calzada para tomar un respiro y unas cuantas imágenes.

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⏰ Última actualización: Feb 19, 2015 ⏰

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Clara tiene miedo a la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora