Fall Away

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CAPÍTULO II

Los rayos de sol estaban entrando por sus cortinas amenazando con quemar su delicada piel. Caleb gruñó y trató de cubrirse con su sudadera en un intento fallido de seguir durmiendo.

Se encontraba en el hospital, exactamente en el cuarto de Leah. Ya habían pasado varios días desde el incidente y el chico iba casi todos los días a ver a Leah, aunque sabia que el que fuera no iba a cambiar nada de la situación, no quería separarse de ella, temía que despertara sin el a su lado.

Justo en ese momento Adele, su madre, entró en la habitación con un pedido de comida y dos cafés negros. Su madre no lo obligó a irse a casa, ni si quiero volvió a intentarlo después del segundo rechazo de parte de su hijo. Ella sabia por lo que estaba pasando, ella lo vivió cuando su esposo y padre de su hijo Edward Adams murió. Leah no había muerto pero a estas alturas todos se habían hecho de la idea que si, Adele entendió la necesidad de su hijo al querer quedarse en el hospital.

—Buenos días hijo— dijo su madre acercándose a el y dandole uno de los cafés y una rosquilla con glaseado.

—Buenas días mamá— tomo el vasito y le dió un pequeño sorbo. Hizo una mueca por lo caliente del líquido.

—¿No quieres ir a darte una ducha a casa? No creo que pase nada si vas unas dos horas. Yo estaré aquí cuidándola, ¿que dices?— dijo en un noto de dulzura revoloteándole su cabello ya largo que disparaba a todas direcciones. A los ojos de Adele Caleb siempre será su pequeño de ojos de oro.

—Está bien. Iré. Solo porque de verdad lo necesito.

Calen sonrió mostrando sus pequeños hoyuelos. Adele le sonrió de vuelta.

—Venga pues.

Caleb agarro las llaves del auto, se puso su sudadera encima y salió del hospital para dirigirse al estacionamiento.

Buscó el auto de su madre y una vez que lo encontró en se subió en el. El olor a mentas y fresa llego a sus fosas nasales. Arrancó el auto, prendió la radio y manejo hasta llegar a su apartamento.

Cuando llegó a su apartamento, al abrir su puerta prendió la luz, y la soledad del lugar le pegó al instante, hacia días que dormía en su habitación o si quiera veía su apartamento. Las cosas que alguna vez estuvieron perfectamente ordenadas en su lugar, ahora estaban hechas un desorden y la verdad no le importaba.

Caminó a paso lento hasta su cuarto. Sacó ropa limpia de su armario y se metió a la ducha. Abrió el grifo y mientras el agua se calentaba empezó a quitarse su ropa lentamente. Una vez que estuvo caliento el agua entro y el chorro de agua golpeo con brusquedad su cuerpo haciéndolo estremecer.

Cerró sus ojos lentamente y suspiró fuertemente. Agarró un poco de jabón liquido, lo untó lentamente por todo su cuerpo haciendo pequeños masajes por donde pasaba el jabón. En ese momento que termino de enjabonarse su cuerpo recordó como solían bañarse juntos Caleb y Leah y no necesariamente para hacer el amor o besarse como si no hubiera un mañana sino para disfrutarse el uno con el otro, disfrutar el calor de sus cuerpos bajo el agua. Mostrarse cuánto se amaban con solo mirarse a los ojos.

El chico de ojos azules quitó esos pensamientos de su cabeza y terminó de ducharse rápidamente. Cuando termino se puso una toalla en su Chi turca y caminó hasta su cuarto para cambiarse.

Se puso una playera blanca y unos pants grises. Su vida se basaba en playeras y pants pero Leah siempre le hacía vestir mas formal. Lo cual Caleb odiaba pero que nunca admitiría.

Termino de vestirse y volvió a dirigirse al hospital. En el camino pasó a comprar algo de comida ya que la del hospital era muy mala. Los primeros días no le dio tanta importancia a eso, podía tolerarla pero empezó a hostigarle el sabor de la comida. El siempre ha sido de las personas que gastan más en comida que en cualquier otra cosa, así que sabía de comida y la del hospital, era de las peores que había comido.

El brillo de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora