Capítulo 1: Reinos

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Tres mil años después de que esa horrible maldición fuera impuesta, la vida en la tierra continuaba su curso de manera tranquila y pacífica. Al menos la mayor parte.

Porque todos sabemos que no es necesaria la presencia de demonios para crear guerras y destrucción, sino que los mismos humanos son los encargados de generar conflictos y peleas a partir de cosas sin importancia.

Y este es uno de esos casos; Una hermosa nación que estaba destinada a seguir unida, a crecer juntos y en armonía, fue cruelmente separada a causa del orgullo y la soberbia de sus gobernantes, dando paso a la creación de cuatro poderosos reinos;

El Reino de Fuego y Hielo, El Reino de los Dragones, El Reino del Viento y El Reino del Agua.

Cabe destacar que los principales causantes de dicha división, fueron los gobernantes del Reino de Fuego y Hielo (Enji Todoroki), y el de Los Dragones (Mitsuki Bakugo) Ambos demasiado arrogantes y orgullosos como para llegar a un acuerdo. Sus desacuerdos eran demasiado constantes, dando paso a largas discusiones que duraban horas y horas hasta que ambos se cansaban y se retiraban completamente molestos. Esto era en cada reunión, todo el tiempo. Siempre alegando por injusticias, por terrenos y riquezas que reclamaban como suyas.

Sin embargo, fueron lo suficientemente sensatos como para evitar que el asunto llegara a problemas mayores. Una división de tierras fue suficiente para evitar llegar a la guerra. Sin embargo, dejaron muy en claro la única condición para que la paz prevaleciera;

"Ninguno de los dos Reinos puede invadir tierras ajenas"

Una de tantas mañanas del mes de Enero, era el día perfecto

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Una de tantas mañanas del mes de Enero, era el día perfecto. El clima era bastante agradable, la gente del Reino de Fuego y Hielo se preparaba para la llegada de su nuevo príncipe. El Rey Todoroki había anunciado que esa misma semana llegaría al mundo su próximo descendiente.

El pueblo se preparaba para la gran celebración, pues la belleza de la sangre real era algo de envidiar. Ambos reyes eran bastante hermosos, y sus actuales hijos eran una hermosura innegable. Y la llegada de un nuevo miembro de la familia real, era algo que los emocionaba demasiado.

Dentro del castillo, el rey de esa gran nación recorría los pasillos con tranquilidad. Portaba su reluciente corona y su maravillosa vestimenta. Su caminar era agraciado pero firme, su rostro se mantenía tranquilo, a excepción de lo ligeramente fruncido que estaba su ceño.

Estaba teniendo algunos problemas con el Reino rival, al parecer fue visto uno de los hombres de su pueblo en el Reino de los Dragones, y la histérica reina había armado tremendo escándalo por la supuesta invasión a sus tierras. Esa mañana le llegó una carta donde se le citaba al reino para enfrentarse a la rubia gritona, y la verdad eso era algo que no estaba en sus planes. Tenía cosas más importantes de las cuales preocuparse en ese momento.

Caminó hasta que finalmente llegó a su enorme y majestuoso jardín. Lo recorrió con la mirada hasta que finalmente la encontró. En una pequeña banca, al lado del pequeño manantial, estaba sentada una hermosa mujer de cabellera albina y hermosos ojos grises, su piel pálida brillaba cual porcelana con los rayos del sol, y su hermosa sonrisa era de lo más tranquilizante que haya visto alguna vez en su vida. Pero, sin duda, lo que la hacía ver más hermosa ante los ojos de su marido, era el enorme bulto de más de ocho meses que colgaba en su barriga. Donde se estaba desarrollando su futuro bebé.

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