•Capítulo 2

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Un año antes...

Corro, corro todo lo rápido que puedo, o eso creo.

Les escucho por detrás, no los he llegado a ver nunca pero escucho sus gruñidos y jadeos mientras intentan encontrarme.

Creo que son perros y no precisamente chihuahuas. Escucho sus fuertes pisadas al derrapar para girar en este laberinto de grandes y espesos muros de setos, nunca he intentado atravesarlos, no quiero perder tiempo y que me encuentren.

Escucho mi propia respiración y los rápidos latidos de mi corazón en los oídos y realmente no puedo más, estoy cansada, muy cansada. Y la herida en el abdomen no para de sangrar, siento el vestido blanco pegarse a mi cuerpo por toda la sangre.

No aguanto, ya no veo por dónde voy solo quiero salir de este laberinto, pero me caigo y ya no siento nada. ¿Me he desmayado? ¿Qué estarán haciendo esos perros con mi cuerpo? No quiero que me toquen, solo quiero salir de aquí, quiero que todo acabe y todas salgamos... Tengo miedo.

―AAAAAAAAAAAAA! ― Un grito agudo e involuntario sale de mi despertando a Noah y llamando la atención de todo el tren.

Sí, un tren, no será lo más lujoso pero era la mejor opción para llegar hasta la residencia de estudiantes de una ciudad en el estado de Minnesota. Sí, lo sé, eso tampoco es lo más lujoso pero las dos necesitamos un respiro, necesitamos poder dejar el pasado lejos, muy lejos.

Mientras que Noah me da un codazo y murmura unos cuantos insultos dirigidos hacia mi yo me dedico a mirar la hora y tras ello mirar por la venta ignorando todo lo que nos rodea, un bello arte que llevo poniendo en práctica desde que todo pasó.

Ya han pasado tres meses y sigo teniendo la misma pesadilla cada vez que cierro los ojos, lo he intentado todo ―pastillas, psicólogos, terapias...― pero nada funciona, todos actúan como si nada hubiese pasado, todos ignoran las cicatrices en nuestro cuerpo, todos ignoran los cuatro nombres que descansan en esas lápidas, ignoran nuestros dolores y lágrimas por grandes que sean.

Y al parecer la propia policía también se ha olvidado de nosotras o nos ignoran, no nos creen y nos tratan de locas que solo querían llamar la atención. Dicen que me lo busqué por ser su hija pero yo no sabía nada, jamás quise saberlo.

Yo nunca quise llamar la atención y ahora que lo he perdido todo solo quiero que me den un abrazo y me digan que no volverán. Es muy fácil fingir ante todos que estás bien aunque realmente estás como una mierda, por eso cuando estoy con Noah o sola es el único momento en el que puedo realmente llorar y permitirme derrumbarme sintiendo el dolor y las perdidas.

Vuelvo a mirar el reloj, diez minutos, solo diez minutos para llegar.

Mirando el reloj me hago consciente del tatuaje que descansa bajo él, un ancla junto con una "N" representando de esta forma que lo único que me mantiene con vida ahora es Noah, un tatuaje que ella también tiene bajo su oreja derecha.

Noah es mi ancla y yo soy su ancla, nosotras somos las únicas que sabemos y creemos lo que realmente pasó. Nosotras y ellos...

El tren se detiene con un leve y agudo sonido despertándome de mi trance y haciéndome saber que ya hemos llegado.

Despierto a Noah, cogemos nuestras maletas y salimos con una leve esperanza de empezar una nueva vida lejos de todo.

Solo sé que si vuelven a por nosotras haré que nos recuerden como leyendas, no volveremos a ser invisibles, no dejaremos que los errores de otros nos marchiten. No me recordarán como una loca.

No estoy loca, no lo estoy ¿No?

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