Capítulo 1: Lluvioso

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«1... 2... 3... 4...»

–Mamá, quiero orinar. -

«1... 2... 3... 4... » Un portazo en la parte trasera del bus; pequeñas garras rascando el suelo. Un ácido olor a enfermedad inunda la atmósfera.

–Mamá, quiero hacer pipí. –Ya, ya, son dos paradas más para la casa.

–No me puedo aguantar mami.

«1... 2... 3... 4... » El señor al frente empieza a ahogarse en su propia tos. Puede sentir junto a su nuca a la joven de amarillo sorbetear su nariz.

–¿Qué es ese olor?...

–No fui yo mamá, el perrito de atrás se orinó.

«Concéntrate niña»

–¿Aló?, sí, sí... ¡No, es para la tarde!, pero en eso quedamos... ¡Puta lluvia de mierda, Diego!

«1...2... No, no... 2... 3... 4...»

No te molestes, Matilda, el verdadero espanto será cuando lleguemos.

Al abrir los ojos, la muchacha se encuentra abrazada a sí misma estrechando el manuscrito contra su pecho. Lentamente abre los puños contraídos, acompañado de un leve dolor por sus uñas enterradas. A su lado, la joven de impermeable amarillo se limpiaba la nariz empapada de lluvia viscosa. Por la ventana podía ver las calles oscurecidas, los perros abandonados esperando bajo la luz de los ventanales. En ese momento el autobús se detuvo, sin que nadie decida bajar y sin nadie que espere en la parada. Matilda no esperó, de un salto pasa sobre los pies de la joven de amarillo y va en carrera hasta la salida mientras guardaba el manuscrito dentro de su chaqueta. El chofer la vio por última vez bajo la parada del autobús, con el pelo esponjado de la humedad y sin paraguas. –Dios la bendiga...– pensó, antes de cerrar las puertas.
Mientras miraba el autobús irse, Matilda se cerró hasta las mejillas el abrigo. Un aire frio le entró por los tobillos y el vientre le temblaba de hambre al leer la placa de calle. En su huida, pasó por alto a cuantas calles se encontraba de la editorial.

«Ah... pude haber esperado una parada más» pensó.

No, no ibas.

«Tres paradas más, llegaré en 15 minutos»

Pásate los semáforos, ¿Qué es lo peor que puede pasar?

«Cállate». La joven miró hacia la calle, otra vez sentía un agujero en su pecho. Bajo el cielo gris, Matilda siguió su camino al centro, evadiendo sus pensamientos.


Llevaba 45 minutos sentada frente a la editora con el cabello cubierto de pequeñas gotas de lluvia. La joven parecía criar telarañas en su cabeza. La señora frente a ella no había vuelto a decir palabra desde que la recibió. Con el manuscrito arrugado entre las manos y mirándola de reojo, Matilda pensaba que debía creer que estaba loca. Habiendo entrado con los tobillos mojados y los ojos saltones como si se fugara de la policía, la señora no tuvo empacho en pedirle que se quitara los zapatos en la puerta mientras le echaba llave a la cajonera tras ella. La joven se ahorró el intento de iniciar una conversación, aguardando en silencio la revisión de su trabajo.

El tiempo pasaba y Matilda sentía cada vez más densa la atmósfera en la oficina. Casi por impulso miró hacia la puerta de entrada a su izquierda y pudo ver a Ingrid asomarse por la ventanilla. Gesticulaba con el cabello tapándole los ojos. No podía escucharla, pero en su mente se dibujó en un bucle: "sal de ahí, sal de ahí, sal...". De súbito, la señora golpea el manuscrito contra el escritorio, haciendo saltar los demás libros sobre él. Nuestra escritora casi se pone a llorar de la impresión, agachando la mirada esperando desaparecer.

THRILLER - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora