Sorpresa

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Un papá perfecto llega de repente

Viernes por la noche. Pizza cuatro quesos. Palomitas y golosinas. Película preferida. Tu mejor amiga esperándote en el sofá y su papá que acaba de prepararlo todo en las mesitas plegables y dice:

-Juls, Val, ¡la cena y la película están preparadas!

¡Fantástico! ¿Puede haber una manera mejor de empezar el fin de semana?

Los viernes, la mamá de Juls siempre llega tarde porque hay club de lectura en la librería Bukulandia (ella es la dueña). A mí me encantan las reuniones de lectores (y aún más los cuentacuentos), pero la del viernes por la noche no me interesa, porque está dirigida a papás y mamás y solo leen libros de esos aburridos para aprender a educarnos. Ya saben, libros que solo con ver el título ya te entran ganas de tirarlos por la ventana: Aprende a decir no a tus hijos o Prohibidas las golosinas, y cosas por el estilo.

Los viernes por la noche, el papá de Juls se queda con nosotros Juls, Jito y yo, haciendo tareas atrasadas de la casa. A veces plancha, o cose -¡se le da muy bien!-, o prepara la cena mientras escucha la radio. Es fantástico, porque deja que Juls se quede en el salón hasta tarde, y además le da permiso para ver la película que más le guste, ¡e incluso para manejar el control del tv!

¿Se han fijado en que los papás siempre quieren tenerlo y no lo sueltan por nada del mundo?

Bueno la cosa es que era viernes. Habíamos revisado la lista de películas y decidimos por una peli de concurso de canto de animales, es de nuestras preferidas, Sing. Ya la habíamos visto en el cine, por supuesto, pero teníamos muchas ganas de volver a alucinar con los enredos de Rosita y sus amigos tratando de ganar el concurso. Estábamos cómodamente instaladas en el sofá. La película iba a empezar de un momento a otro.

La pizza se acercaba por el pasillo y olía a gloria. Juls me esperaba para dar el primer bocado y yo bajaba la escalera con el pelo mojado y la ropa sucia en la mano, porque me acababa de duchar.

-Val, date prisa -escuché que decía mi amiga, mientras yo patinaba con las medias por el pasillo.

Juls apretó la tecla play del mando. -¡Me dijeron que en esta los anuncios son muy buenos! -dijo.

A Juls y a mí nos encantan los anuncios de las películas. A veces, incluso más que la propia película. Nos lo pasamos genial mirándolos, sin perdernos ni uno. Juls tenía razón: esos prometían. El primero iba de una casa encantada llena de bichos asquerosos que vivían en el sótano. Y el segundo, de un oso polar muy simpático que se marchaba a la selva amazónica a la ciudad en busca de aventuras.

Tomé un trozo de pizza y me dejé caer sobre el sofá justo cuando salió el título -en letras rojas y brillantes- de nuestra primera peli. Juls y yo nos miramos a los ojos, como queriendo decir: «Esta también la querremos ver», y asentimos con la cabeza. Las dos teníamos la boca llena. En ese momento sonó el timbre de la puerta.

-¿Quién será a estas horas? -preguntó el papá de Juls, poniendo cara de extrañado y soltando la plancha de ropa.

No prestamos la mínima atención. El oso polar nos había dejado helados. El primer trozo de pizza ya dormía dentro de nuestras tripas. Entonces escuchamos una voz que conocíamos bien. Una voz fuerte como la de un cantante, acompañada de una carcajada simpática y segura. Era mi papá.

Juls apretó la tecla pause del mando y la imagen se quedó congelada en la pantalla. Me di la vuelta para mirar hacia la puerta. Ahí estaba mi papá. Con su sonrisa encantadora, de pie, junto a una maleta enorme.

-Buenas noches. Acabo de llegar de los Estados Unidos y vengo a buscar a Val -anunció.

Corrí hacia él y le di un abrazo muy fuerte, mientras intentaba calcular cuánto tiempo llevaba sin verlo. ¿Seis meses? ¿O habían sido siete? Me atrapó entre sus brazos de oso y me apretó, como hacía cuando era pequeña. Por si no lo saben: es fantástico que tu papá te abrace como un oso.

-Pasa, por favor. No te quedes en la puerta -dijo el papá de Juls-. ¿Quieres pizza?

-¿Pizza? -dijo mi papá arrugando la nariz-. No, gracias, ya cené. Pasó al comedor. Miró las mesitas con la cena y la película congelada. Pareció muy extrañado.

Juls me miraba con ojos de pánico, como preguntando: «¿Te tienes que ir sin ver la peli que llevábamos semanas esperando?». En ese momento me habría encantado poder hacer con la realidad lo mismo que acababa de hacer con la película. Es decir, congelarla ahí mismo.

Lo haré un momento ⏸️, pero solo para explicar cuatro cositas:

1.Mi papá es presentador de televisión.

Hasta una semana antes de su aparición estelar en el comedor de casa de Juls, presentaba un concurso muy famoso llamado Isla Tulum. Era un concurso horrible, pero tenía un éxito enorme. En mi escuela todo el mundo estaba enganchado. Por supuesto, en mi cole todo el mundo cree que mi papá es el hombre más interesante del mundo y que yo soy la niña más afortunada, precisamente por ser su hija.

A mí, tener un papá famoso nunca me ha gustado demasiado. Pero en esos momentos, y sin saberlo, estaba a punto de descubrir que puede haber cosas peores.

2. Fue por culpa del éxito de ese concurso horrible por lo que me fui a vivir con Juls. Mi papá viajaba mucho. El concurso lo grababan en una playa de Tulum. Últimamente, además, la cadena de televisión para la que trabajaba decidió comprar un canal de Estados Unidos y hacer una versión del concurso, presentada también por su estrella más reconocida. Es decir: papá. Yo vivía entonces con una novia suya que se llamaba Claudia Martin (me caía fatal) y que, de repente, se fue de casa. Como a nadie le parecía bien que viviera sola mientras papá viajaba de un lado para otro, decidimos que viviría un tiempo con Juls (que es mi mejor amiga) y sus papás. Tener una amiga como Juls es fantástico. Es como tener una hermana, pero sin tenerle que aguantar cuando no tienes ganas.

3. Juls tiene un hermano, se llama el Jitomate. Bueno, tiene un nombre de los normales, más bien aburrido, pero nosotras preferimos llamarle el Jitomate, porque cuando nació era pequeñito y arrugado. Todavía no camina, pero ya come alguito. Estaría mejor que fuera al revés, ¿no? Yo no tengo hermanos, pero tengo una gata que también vive con nosotros. Se llama Mamá y le gusta mucho dormir dentro del armario de las toallas (en realidad, dentro de cualquier armario).

4. Yo soy Valentina. Cuando comenzó esta historia tenía casi diez años. Mi color preferido es el naranja. Las cosas que más odio son: el pescado, la verdura, recoger los juguetes, ir a dormir temprano, ahh y los deberes de matemáticas. No tengo mamá. Quiero decir que mi mamá se fue cuando yo tenía solo unos meses, y no la he vuelto a ver más. Cuando hablamos de ella, mi papá se pone triste. Siempre dice lo mismo: «Los adultos, en ocasiones, nos equivocamos mucho». Ahora ya podemos descongelar la imagen.

Play ▶️

-¡Me quedé sin trabajo! -dijo papá contento, como quien da una buena noticia-. Con todo esto de la crisis, la cadena de televisión ha hecho un recorte de presupuesto y no tienen suficiente dinero para pagarme.

-Vaya, lo siento muchísimo -dijo el papá de Juls, sinceramente contrariado.

-¡Pues yo no! -Respondió mi papá-. Me había dicho que estaba harto de ese concurso y de los problemas que se presentaban, ¡He decidido cambiar de vida! Quiero pasar más tiempo con Valentina. ¡Intentaré ser el padre perfecto que no he sido nunca!

El papá de Juls decía que sí con la cabeza y ponía cara de alegría, Juls me miraba como preguntándose ¿Qué bicho le picó?, y yo sólo podía pensar en las dos palabras que acababa de escuchar, y que por algún motivo no me daban nada de gracia, Padre y Perfecto. Quizás esas dos palabras por separado no suenen mal, pero cuando las juntas sale algo horrible, espantoso, horroroso, además ¿Alguien ha conocido un padre perfecto?

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.PD: Hola, volví con otra aventura de este par de niñitas, como siempre es algo divertido y fresco, besos a todas... por cierto, sigo sin ver a mi jitomate

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