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     El castaño no para de moverse en su cama, su respiración no deja de agitarse, y es por el rico, pero a su vez tormento y doloroso sueño que está teniendo. Es un sueño recurrente el cual odia tener porque será aún más doloroso cuando despierte y no vea a Grisel a su lado. Y como es costumbre, se despierta alterado, ignorando su dolor en el pecho.

Quiere transformar todo lo que siente en odio y enojo.

Irritado reniega al ver sus sabanas mojadas gracias a sus fluidos corporales, sudor y algo más; se bufa de sí mismo con sarcasmo y molestia por eso. Odia que un simple sueño desestabilice tanto a su cuerpo, al punto de no poder contralarse y estallar. Así que, ignorando las sensaciones que su cuerpo desea seguir sintiendo, él se levanta de la cama para dirigirse a la ducha.

—Christian —Escucha que lo llaman desde la puerta de su habitación, y responde un "¿qué?" sin dejar de restregar cada parte de cuerpo —Ya está lista la comida —Le informa su mejor amigo —El castaño le responde "que al terminar baja" y el rubio se retira.

El ecuatoriano respira profundo, intentando retener las lágrimas que amenazan con salir, pero una jugada del destino se lo impide, y es que al escuchar la canción favorita de Grisel no puede contenerlas más; sus lágrimas se mezclan con el agua y se regaña por pasar por lo mismo cada día. No entiende cuál es la necesidad de sus amigos de volver a la mansión pudiendo elegir otro lugar para ensayar. Los recuerdos que le traen este lugar le hacen mal, por eso se prometió hace tiempo no volver y agradecía a sus amigos el haber respetado su decisión, hasta ahora.

Un año fue el tiempo que duraron sin entrar en esa mansión, un año que luchó internamente para no volver, porque mientras su lado racional intentaba que él cumpliera su promesa, su lado emocional le pedía volver pero no con los mismos fines "lucrativos" que sus amigos. El solo quería quedarse en calma y recorrer cada rincón para recordar los momentos de felicidad que vivió junto a su mejor amiga, y entrar en su habitación e impregnarse de su olor una vez más, pues desde su partida no permitió que nadie más que él, pusiera un pies en ella. Pero sabía que detrás de los recuerdos felices también vendrían los malos que lo harían sentirse vacío y sin ningún propósito para continuar, por eso no regresó tan pronto. La recuerda tanto compartir más que palabras amistosas y abrazos "inocentes" con otras personas en diferentes espacios de la mansión, como lo que le dolió más, su partida.

Por más que intente convencerse que el lugar es culpable de su estado emocional sabe perfectamente que no es así, porque aun poniendo un millón de kilómetros entre esa mansión y él, se siguió sintiendo igual de vacío.

El año pasado pensó en llevar a cabo lo que él considera "es la solución a todo su dolor". Si tan solo hubiese sido más valiente o Zacarías no hubiera llegado de forma repentina específicamente el día de la partida de Grisel, él no estuviera lidiando con esto nuevamente, realmente no estuviera lidiando con nada. Hasta el día de hoy Zacarías no sabe que ese día salvó la vida de su mejor amigo. Tal vez esa interrupción no le dio un motivo para vivir o bailar, pero si le hizo ver el daño que les causaría a las personas que él quiere si se marcha.

—Ya saben lo que tienen que hacer —Susurra el rubio mirando para los lados para percatarse de que el castaño no se encuentre cerca y lo escuche —Deben comportarse como bailarinas, no como... —Zacarías es obligado a cortar la llamada al escuchar la voz de su mejor amigo acercándose. No quiere que el castaño sospeche antes de que sus invitadas lleguen.

—Zacarías, ya estoy listo —Le avisa el castaño secando su cabello con una toalla pequeña —¿Pasa algo? —Inquiere frunciendo el ceño al notar lo nervioso que se encuentra su amigo. Teme que estén tramando algo.

—Hey, nada —Responde escondiendo el teléfono detrás de su espalda —La comida está servida en la mesa, está fría, tardaste mucho —Le dice. Antes de que él castaño decidiera mudarse ambos compartieron apartamento, por eso sabe que su mejor amigo odia comerse la comida fría.

—Tranquilo, lo recalentaré.

Ambos se dirigen a la cocina y una pequeña punzada oprime el pecho del castaño cuando pone un pie en esta; observa a sus amigos alrededor de la mesa comiendo entre chistes y risas. Los recuerdos que le trae ese lugar lo invaden y sus sentidos lo traicionan, siente que todo se paraliza a su alrededor, su mirada se nubla y cree que está a punto de volverse loco por visualizar de la nada a Grisel entre sus amigos, por lo tanto, se enfoca en ella, y aunque sabe que está alucinando, la ve reír y escucha su voz. Su corazón se acelera y controla las ganas de salir corriendo para abrazar a la visión de la ninfómana, pero no lo hace porque es consciente de que es imposible que ella esté allí y porque sus amigos lo catalogarían una vez más como loco.

—Realmente crees que eso es gracioso —Escucha la voz de Grisel sin dejar de reír —No me estoy riendo de tu chiste Elías, sino del hecho de que piensas que es gracioso.

Quisiera que esta alucinación fuese eterna o poder regresar el tiempo y abrazarla una vez más, así se ganara un golpe e insultos por parte de ella. Hasta ahora no sabe por qué a ella nunca le gustaba que la abrazaran, pues evitaba cualquier contacto físico de ese tipo con las personas.

El castaño sonríe, y es que siempre sonreía ignorando la realidad. Hubo un tiempo en que todo estaba jodido entre ellos, pero solo la sonrisa de Grisel era suficiente para olvidar el estrago en su estómago de aquellas noches, las náuseas y el dolor que le causaban ver a su mejor amiga en una calorosa escena, no con uno de sus amigos como solía pasar, sino con dos al mismo tiempo. Esa noche no pudo controlar sus ganas de vomitar, y vació todo el contenido estomacal en el baño de su habitación, conjuntamente con sus lágrimas, su sollozo fue tanto que pensó que no le quedarían lágrimas para el resto de su vida, pero se equivocó, porque la partida de Grisel desató un diluvio de ellas.

—Christian —Lo llama el rubio captando su atención, haciéndolo volver a la cruda realidad.

Sus amigos solo lo observan en silencio, parado en medio de la cocina, con la mirada perdida, no se atreven a acercarse porque sienten que si lo hacen el castaño se derrumbará en ese momento; sus ojos cristalizados lo delatan e imaginan en quien está pensando, porque es la única persona que lo puede quebrar así.

Cada uno de ellos odia percibir cómo la partida inesperada de Grisel marcó la vida de su amigo. Entienden que a él le afecte más porque ella era su amiga desde la infancia y el lazo emocional era muy fuerte, pero lo que no entienden es cómo el castaño se deja hundir por ese sentimiento, porque sufre por alguien que fue egoísta y se marchó sin darle ningún tipo de explicación.

De haber sabido que la historia entre ellos y Grisel terminaría de una manera tan drástica y dramática, al punto de llevarlos a buscar en otros cuerpos lo que una vez ella les hizo sentir, ninguno de los cuatro le hubiera permitido a Christian que la llevara ese año, 2020, a la mansión, y mucho menos se hubiesen permitido hacerla parte de sus vidas, porque para ellos la pandemia no fue lo único que cambió y marcó un precedente en ella, también lo hizo esa mujer. Grisel logró de una manera no convencional que los cinco se compenetraran y apartó las diferencias e individualidades de cada uno, creando un lazo y complicidad que ella misma rompió con su partida.

—Creo que tengo que salir de aquí —Se apresura a decir después de tragar el nudo de su garganta, sintiendo que la presión en su pecho no lo va a dejar respirar. No puede más, pensó que podía ser fuerte y lidiar con todo pero los sentimientos lo rebasan, siente que su mundo se cae a pedazos nuevamente, siente como si estuviera atrapado en un bucle y todo se estuviera repitiendo una vez más.

El castaño mira a sus amigos esperando que accedan y los cuatro se miran con complicidad, porque irse no está en sus planes.

Una sumisa en cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora