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      Al castaño le cuesta procesar cómo su mejor amigo pudo darle una respuesta que él considera fría y sin ningún tipo de tacto. Parpadea evitando que una lágrima salga de sus ojos y camina indignado pasando por el lado de Zacarías para salir de la habitación. Sabe que nadie en esa mansión entiende el dolor que él siente, pues él no sólo perdió a la mujer con la que cumplió casi todas sus fantasías sexuales, el perdió mucho más: perdió a su confidente, compañera de aventuras, mejor amiga y a la mujer que ama, esas son cosas que no se puede reemplazar una ninfómana nueva. Nadie tiene su piel, olor y su forma maravillosa de tocarle, pues, con solo una caricia de las yemas de sus dedos, lo podía llevar a la gloria.

Al bajar por la escalera divisa a Richard y a Elías entrando a la lujosa mansión e intenta retroceder sin ser visto por sus amigos. No está de ánimo para lidiar con una conversación con ellos, pero falla, pues a penas Elías deja su bolso en el suelo, lo saluda.

—¡Chris! ¿Qué tal todo, bro? —Saluda desde planta baja el ojiverde, con la emoción que le causa regresar a la mansión, ya que sabe que sus deseos se harán realidad esta vez. Y es que ha vivido tantos momentos excitantes en esa mansión, que el simple hecho de imaginárselos con más intensidad lo ponen eufórico.

Ya que el ecuatoriano no le devuelve el saludo, Elías, para evitar conflictos, disimula ante Richard la molestia que le ha causado el desplante. De los cinco él más explosivo y con menos paciencia es el moreno, por eso evitan tener algún inconveniente en su presencia, para obviar que colisionen en una discusión sin sentido, que en vez de solucionar las cosas lo empeorará, como ha pasado en ocasiones anteriores.

—¿Seguro que todo está desinfectado? —Cuestiona Nicolás asomando sólo la mitad de su cuerpo. Dejando ver solo sus ojos porque la mascarilla le tapa casi toda la cara y sus definidos rulos.

Hace cuatro años, en el 2020 para ser exactos, un virus que inició en China comenzó a hacer estragos en el mundo, y en las personas que durante un año y medio se paralizaron. El virus separó a la familias aun en su misma morada, anhelando un abrazo, un beso o una simple caricia de una madre o hijo; muchos aprendieron que es mejor decir un te quiero o un te amo cuando aún se tiene la oportunidad. Sin embargo, por fortuna, los siguientes años las personas se adaptaron al cambio en sus estilos de vida hasta poder volver poco a poco a la normalidad, el cual no era el caso del rizado.

Richard resopla con molestia ante la actitud de su compañero de baile. Considerar a Nicolás su amigo realmente le ha costado, porque el venezolano se la ha puesto difícil gracias a su extraño comportamiento.

—¡Vamos, Nicolás! —Elías se burla al ver el temor en los ojos del mencionado —Hace cuatro años que ya nos vacunaron, ya somos inmunes ¿lo recuerdas? —Le dice el menor jalándolo del brazo, obligándolo a entrar —Ni siquiera sé por qué usas aún mascarilla —Finaliza el ojiverde quitándole el tapaboca con un tirón tan fuerte que logra que el rizado se queje por el dolor.

—Búrlate todo lo que quieras, pero algún día me agradecerás que traiga una mascarilla extra —Dice el rizado sacando una mascarilla de su bolsillo y seguidamente colocarla en su cara tapando su boca y nariz.

El menor se acerca lentamente al rizado quien se aleja de la misma forma, pero Elías apresura sus pasos para alcanzar a Nicolás, y al lograrlo, comienza un forcejeo entre ellos, ya que el ojiverde intenta quitarle la nueva mascarilla al venezolano.

Un recuerdo viene a la mente de ambos de cuando eran niños. Nicolás siempre demostró tener un grave problema con la suciedad, y Elías lo consideraba el niño raro que lloraba siempre que sus manos se llenaban de pega en el jardín de infancia; eso lograba que los niños no quisieran acercarse a él pero el pequeño Elías con 10 años se animó a hacerlo, pues él también era considerado un chico raro porque prefería las clases de baile con las niñas en vez de jugar beisbol con los niños. Todo cambió ese día, ya que Elías necesitaba una pareja de baile y Nicolás un compañero de juegos, y así fue cómo, mientras el rizado jugaba a bailar con Elías, sorprendieron a todos, especialmente a sus padres. Elías había logrado lo que ningún especialista o profesional logró: que Nicolás aceptara que alguien lo tocara, pues ni las maestras podían hacerlo. Nicolás poco a poco dejó de ser el niño raro que le temía a la suciedad, pero lo ocurrido hace años lo había llevado de nuevo a sus miedos de infante.

—Nico, no puedes estar así toda la vida —Dice el menor tumbando al rizado en el suelo, cayéndole encima, sin dejar de intentar quitarle el tapaboca con sus manos.

El único del grupo que sabe sobrellevar para ellos el nuevo comportamiento de Nicolás es Elías, pero hasta él está asombrado porque esta vez es diferente; esa fobia a los gérmenes y enfermedades volvió con mayor intensidad meses después que terminó la pandemia. Al venezolano le costó dejar de usar trajes especiales para evitar contacto con las personas y gérmenes, así que el ojiverde ha investigado y sabe que lo que sufre su mejor amigo se llama misofobia, y por más que ha buscado una cura, no la tiene, ya que solo puede ser tratado con terapias.

—No vas a poder conmigo Eli —Eran pocas las personas a las cuales él rizado le permitía algún tipo de acercamiento, del grupo de baile sólo se lo permitía a Elías y Zacarías.

—Si te pude quitar esos trajes de astronauta, esto no es nada para mí ¡ya verás! —Desafía Elías cuando es tirado por el rizado a un lado, finalmente vencido.

Nicolás sonríe victorioso, pero conociendo cómo es su mejor amigo, sabe que no dejará de insistir, y aunque intente negarlo sabe que él terminara cediendo, pues él ha sido su mejor terapia y medicina. Después de soltar un suspiro, ambos se levantan tapando sus erecciones con sus respectivos bolsos, pues sería vergonzoso que el resto se diera cuenta de lo que el acercamiento con el otro les puede ocasionar.

El moreno les pide que por favor se comporten como adultos, ha intentado mantenerse al margen pero ya no puede soportar el comportamiento infantil de sus compañeros de baile. En ocasiones Richard se cuestiona: ¿Cómo es que está en un grupo de baile con personas como ellos?, pero luego recuerda que gracias a ellos tiene un lugar en la compañía y desvía sus pensamientos.

Richard fue el primero en audicionar y ser rechazado, pero no se rindió, pues cuando vio bailar a sus ahora compañeros de baile, se le ocurrió reclutarlos para que se presentaran juntos. Primero descubrió a Christian y a Zacarías bailando, siendo evidente que el último se destacaba más, y luego reclutó a Nicolás y a Elías; ver a esta última pareja era realmente muy raro porque compaginaban tan bien que se atrevía a compararlos con una pareja de baile conformada por un hombre y una mujer.

—¿Las habitaciones de siempre para cada quién? —Cuestiona el moreno una vez Zacarías se reúne con ellos. El rubio asiente sin dejar de recorrer su mirada por la sala en busca del castaño, y al no verlo espera que esté en su habitación y no en la de alguien más.

— ¿En dónde va a dormir la chica que elijamos? —Cuestiona Elías.

El rubio guarda silencio por unos momentos pensando una respuesta; sabe perfectamente que Christian no dejará que nadie ocupe la habitación de la ninfómana como ha pasado anteriormente. Y también piensa que Richard le advirtió que no aguantará los arrebatos repentinos del castaño. El rubio odia estar siempre en el medio, pues suele ser el intermediario para que en el grupo exista el equilibrio y la paz.

—No creo que Chris acceda a que alguien duerma en esa habitación, ni siquiera sabe para qué vinimos en realidad.

—Zacarías tú y yo quedamos en algo, quedamos en que...—Richard no puede terminar su oración porque el rubio lo interrumpe.

—Lo sé, pero entiéndelo, tenemos que tenerle paciencia y apoyarlo.

—¡Paciencia! ¿Qué más paciencia? —Grita el moreno —Le he tenido más paciencia que al mismo Nicolás —El mencionado rueda los ojos, pues ya está acostumbrado a los comentarios sarcásticos de Richard —No me va a arruinar esta caza nuevamente —Sentencia.

—No será así, esta vez me encargo yo.

La intención de Zacarías no es agobiar al castaño, pero ya le he dado el espacio suficiente y Christian no avanza, por eso consideró que era momento de intervenir. Así que ignorando la petición de su mejor amigo sobre no asistir más a la cacería, lo harán, así tenga que arrastrarlo, esperando solo tres cosas: que no termine igual que la última vez, elegir a la presa que cumpla las expectativas de la ninfómana, y lo más importante, que la reacción del mayor al enterarse sea positiva. 

Una sumisa en cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora