3: Las bodas de Caná

551 46 23
                                    

Había pasado el tiempo, Jesús había sido invitado junto con su madre y los discípulos a unas bodas que se celebrarían en Caná de Galilea. Decidieron asistir y se prepararon para emprender el viaje hasta el lugar donde sería la celebración.

Junto con María, madre de Jesús, se dirigieron hacia aquella fiesta en donde ocurrirían dos de los milagros que marcarían la vida del nazareno.

La celebración se llevó acabo durante la tarde, y tuvo una duración de varios días en los que la música y los bailes no cesaron. Los novios fueron bendecidos por todos los invitados, quienes comían y bebían hasta saciarse y bailaban hasta caer rendidos sobre los cojines de seda.

Jesús y sus discípulos no eran la excepción, comieron, bebieron y bailaron durante los días en los que el festejo fue celebrado. Una noche, todos dormían mientras la noche avanzaba. Jesús y Judas habían salido de la carpa en la que dormían con los demás y caminaron hasta un pozo que estaba cercano. Ambos estaban un poco ebrios así que divagaban al hablar.

Jesús tomo la mano de Judas estrechándola ligeramente, y comenzó a hablar con un tono dulce:

- Judas, dime, durante los días que hemos estado aquí ¿qué has visto?

- He visto cantos, baile, personas, ¿a qué viene la pregunta, maestro?

- ¿Sabes lo que he visto yo? 

Judas se quedó en silencio, esperando la respuesta del nazareno. Jesús lo miró a los ojos y continuó hablando.

-Amor

-¿Amor?

- Si, el amor que mi padre nos enseñó. Entre los novios, entre las familias, entre nosotros; Todo tipo de amor reunido en un solo lugar.

Judas comenzaba a sentir un escalofrío tan solo de escuchar las palabras de su maestro. Y la tensión en su cuerpo aumentó junto con la rapidez de los latidos de su corazón cuando Jesús posó una mano sobre su hombro.

- Si, mi pescador de hombres, el amor, el origen de la vida y del mundo. Como el que hay entre nosotros, si no nos amáramos, sería mas difícil predicar juntos. O ¿acaso no nos amamos, Judas?

Iscariote estaba perplejo, nunca había podido describir los sentimientos que tenía hacia aquel hombre frente a él. Sabía que lo admiraba, lo respetaba, pero... ¿lo amaba? En ese momento parecía que por fin había encontrado palabras necesarias para aclarar las emociones que tenía en su interior. Estrechó la mano del nazareno con mayor fuerza y seguridad.

- Sí, maestro, claro que lo amo.

Por unos instantes, ambos quedaron quedaron en silencio viéndose mutuamente con una sonrisa, hasta que Judas se acercó lentamente al mesías y lo besó en los labios.


Toma mi Cáliz (Jesus x Judas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora