—¿Cómo sabe que el hombre es marinero y que pertenece a un barco maltés? —pregunté.
—Bueno, no estoy seguro de ello. Sin embargo, he aquí un pequeño trozo de cinta. De su forma y su apariencia grasienta queda claro que fue usado para atar el pelo en una de esas largas coletas que gustan tanto a los marineros. Además, este nudo es uno de ésos que pocas personas, aparte de los marineros, pueden hacer, y es característico de los malteses.
»Encontré la cinta al pie de la varilla del pararrayos. No podía pertenecer a ninguna de las difuntas. Si me equivoco acerca del marinero, el aviso no ocasionará ningún daño, pero si estoy en lo cierto, entonces habremos logrado un gran progreso.
»El marinero es inocente pero sabe del asesinato. Obviamente se lo pensará dos veces antes de responder al aviso. Su razonamiento será el siguiente: "Soy inocente y pobre. Mi orangután vale mucho dinero. ¿Por qué perderlo? Lo han encontrado en el "Bois de Boulogne", muy lejos del lugar del crimen. ¿Cómo puede alguien sospechar que mató a las mujeres? La policía está desorientada.Si siguen la pista del animal, les será imposible demostrar que yo supe del asesinato o que soy culpable porque lo sabía. La persona que puso el aviso sabe de mi existencia, valiosa posesión, entonces la sospecha recaerá sobre el animal. No quiero atraer la atención sobre mí ni sobre el animal. Contestaré el aviso y recuperaré el orangután. Lo esconderé hasta que este asunto se haya olvidado."»
En ese momento, oímos pasos en la escalera.
—Prepárese las pistolas —dijo Dupin—, pero no las use, ni las enseñe, hasta que yo le haga una señal.
La puerta de entrada de la casa había quedado abierta y el visitante había entrado. Había empezado a subir las escaleras y vaciló. Entonces, lo oímos bajar. Dupin se dirigía rápidamente hacía la puerta, cuando lo oímos subir de nuevo. Llamó a nuestra puerta.
—Adelante—dijo Dupin.
El hombre entró. Estaba claro que era un marinero. Era alto, gordo y musculoso. Tenía una expresión audaz en su cara curtida por el sol y medio oculta por grandes bigotes y patillas. Llevaba un garrote enorme.
—Buenas tardes—dijo con acento parisino.
—Siéntese, amigo—dijo Dupin—. Supongo que ha venido por lo del orangután. Lo envidio. Es un animal maravilloso y probablemente de gran valor. ¿Qué edad cree usted que tiene?
—No estoy seguro, pero no puede tener más de cuatro o cinco años. ¿Lo tiene aquí?
—Oh no. No es posible tenerlo aquí. Está en una caballeriza de la calle Dubour, que está cerca de aquí. Podrá recogerlo mañana por la mañana. Supongo que puede identificar al animal.
—Sí, señor.
—Lamentaré separarme de él —dijo Dupin.
—Le he causado muchas molestias. Estoy dispuesto a darle una recompensa por haberlo encontrado.
—Bien —replicó mi amigo—, eso me parece justo. Déjeme pensar... ¿Qué le puedo pedir? ¡Ah, ya sé! Esta será mi recompensa: me dirá usted todo lo que sabe sobre los asesinatos de la calle Morgue.
Dupin pronunció estas palabras en un tono muy bajo y con gran tranquilidad. Después, también con gran calma, caminó hacia la puerta, la cerró y se metió la llave en el bolsillo. Luego sacó una pistola y la puso sobre la mesa.
La cara del marinero enrojeció como si se sofocara. Se puso de pie y levantó el garrote, pero un instante despué se dejó caer de nuevo en su asiento, temblando violentamente. No dijo ni una palabra y yo lo compadecí desde el fondo de mi corazón.
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Los crímenes de la calle Morgue - Edgar Allan Poe
Misteri / Thriller"Madame l'Espanaye y su hija han sido encontradas en su departamento brutalmente asesinadas. La descripción del escenario del crimen es realizada de manera macabra. Hay un detenido por el hecho, Adolphe Le bon, última persona en ver a las víctimas...