Si fuera posible...

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— Si fuera posible, haría aparecer una tarta de calabaza—comentó divertido un azabache— Muero de hambre.

Draco rio ante sus palabras, y se acurrucó más cerca del otro.

— Por favor no mueras, amor mío, no sabría qué hacer sin ti en mi vida—murmuró contra su cuello, generando cosquillas a Potter con su aliento.

— Tan romántico—comentó riendo.

Harry terminó de voltearse en dirección a Malfoy, y sonrió tímido por la cercanía de sus rostros. Habían pasado toda la mañana huyendo de la clase de Pociones, ocultos en el techo de la torre de Astronomía. Por alguna razón, nunca buscaban allí a los estudiantes, así que ese era su lugar secreto.
Era donde se encontraban casi todas las tardes, y conversaban de puras trivialidades, tratando de olvidar lo incorrecta que se vería su relación.

— Pero no hay nada más romántico que un beso con el sol ocultándose de fondo, ¿Lo sabías?—inquirió el rubio, aproximándose más al otro menor.

— Eres un mañoso, ya nos besamos ayer, y el sol no se está ocultando—se quejó divertido, deteniendo al contrario apoyándole una mano en el pecho.

— Pero ayer fue ayer, y hoy es hoy, otro hermoso día para darte otro hermoso beso—recitó, mientras tomaba la mano que Harry usaba para mantener la distancia con la suya, y entrelazaba sus dedos suavemente.

— Tonto—dijo sonriendo apenado, y en un rápido y torpe movimiento, rozó sus labios con los labios del mayor delicadamente. Cerrando sus ojos con fuerza, y cubriendo su rostro con sus manos después.

Malfoy se quedó en shock ante el atrevimiento de su novio. Siempre había sido él quien iniciaba las pequeñas sesiones de besos, desde la primera vez en que sus bocas se habían encontrado. Por ello, se sentía enormemente feliz, y ciertamente algo avergonzado también. No se esperaba algo así, definitivamente que no.

— ¿Lo hice mal?—preguntó el menor, aún desde la seguridad de sus manos, temeroso de una respuesta afirmativa.

— ¿Qué? No, no, fue hermoso. Tú eres hermoso—se apresuró a responder, mientras acariciaba el pulgar de su amado— Déjame verte—pidió amablemente, sonriendo.

Poco a poco, Draco pudo ver las orbes esmeraldas del azabache, luego su pequeña nariz, sus mejillas sonrosadas, y por último su sonrisa. Lo admiró con ternura, y se acercó para besarlo lento, pero con todo el cariño que le tenía, y, claro, la torpeza que un niño de trece años puede tener a esa edad con su primer pareja.

Su primer encuentro en Madame Malkin había sido extraño, y apenas habían conseguido hablar, al no estar Harry al tanto de situaciones y costumbres básicas del mundo mágico.
Y luego, en Hogwarts, bueno, habían chocado de la peor manera, y que sin dudas, había sido peor que antes.

Y su relación hubiera sido de enemistad pura de no ser por aquella tarde, en que explorando el castillo como curioso y travieso que era Harry, se topó con un llanto proveniente de algún lado, mientras merodeaba por la torre de Astronomía que se encontraba en desuso en ese momento.
Al ubicar de dónde provenía, subió al techo, encontrándose con la postal menos esperada.

Draco Malfoy estaba hecho un bollito, abrazando sus piernas contra su pecho, sentado cerca del borde, aún hipando y sorbiendo su nariz de a ratos.
Su corazón se contrajo, y se colmó de empatía y ternura. Avanzó sigiloso, pero se detuvo en seco cuando el pequeño rubio se puso de pie, secó sus ojos con la túnica, y sorbió su nariz profundamente. En cuanto se volteó, ambos niños se quedaron helados.

— Malfoy... —quiso hablar el azabache, pero su voz fue opacada.

— ¿Qué haces aquí Potter? ¿Qué viste?—preguntó con su voz recuperada -sorprendentemente- y su mirada chispeante de furia, pero que aún así conservaba un brillo característico del llanto.

Si fuera posible | One-Shot | Drarry | Gay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora