↳ ੈ‧₊ 1 DE MAYO

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Aparentemente, la joven solo estaba muy cansada como para mantener una conversación, pero de todas formas decidió hacerlo a pesar de que se veía al borde del colapso total.

Su liviano y delgado cuerpo femenino se movió por la cocina en la que estaban, revisando las alacenas en búsqueda de las bolsas llenas de hierbas especiales para infusionar en agua hirviendo. Sus manos movían cajas y bolsas de otras cosas variadas, después de unos minutos encontrando lo que llevaba buscando.

—No te preocupes, ¿Qué necesitas, hermano Naegi? —Respondió la hermana Chiaki, ahora buscando una tetera o una cacerola en donde poner agua a calentar. Encendió una de las hornillas de la estufa y se dedicó a seguir investigando por los cajones por un recipiente para el líquido cálido.

Makoto procedió a sonreír con suavidad, entrando finalmente en la cocina y sentándose en un banco que había en la barra del lugar. Con su vista seguía a la hermana Nanami, quien seguía frenéticamente moviéndose por el sitio a pesar de su pobre estado físico.

—Verás... —comenzó, buscando las palabras correctas para hacer la pregunta que quería tener respondida sin que sonara crudo o irrespetuoso. No sería de buena educación afligir a una chica, ni siquiera con palabras—. ¿Cómo se veía el hermano Hinata en sus últimos días? —Cuestionó de forma sutil, admirando como la otra figura servía dos tazas de agua a una elevada temperatura, infusionadas con alguna hierba medicinal o flor deshidratada.

El momento en el que Naegi soltó esas palabras, la jovencita dejó de moverse y paró en seco con las dos tacitas en mano. Se vio sorprendida por la pregunta, puesto que nadie se había atrevido a preguntar de forma tan directa sobre lo ocurrido, pero la chica lo entendía completamente, puesto que el muchacho se veía aterrado.

No solo eso, sino que nadie solía sentarse en los jardines exteriores a la mitad de la noche solo porque así lo deseaba, algo debía estar atormentado su mente, como en su situación, para verse vagando por esas horas por los pasillos sin destino alguno.

Chiaki, antes de responder, se dedicó a dejar los recipientes con té frente a ellos, pasándole con una cálida mueca uno de ellos al joven que la acompañaba, hubiera sido no justo que solo preparara la bebida para ella. Se sentó en el banco a su lado, se acomodó en su asiento por unos segundos y levantó su taza finalmente, dando un sorbo antes de resumir la anterior conversación.

—Oh... —fue lo único que aquella de cortos cabellos malva pudo soltar, debía ordenar sus pensamientos y evitar lagrimear en momentos como esos. Makoto solo quería respuestas porque estaba asustado de lo que podía pasarle a él, y lo comprendía perfectamente—. Se veía muy enfermo, casi no podía hablar por su cuenta, mucho menos caminar derecho —continuó, tomando de la infusión en puntos al azar entre palabras, intentando distraer su mente de los pensamientos que la atormentarían, pero parecía ser inútil, pues su voz comenzaba a salir en agudos hilos—. Me hubiera poder haberlo ayudado más —suspiró, soltando una solitaria lágrima que cayó dentro de su bebida y se aleó con ella.

El másculo se alarmó inmediatamente, no era esa la intención de su pregunta, no quería hacer llorar a su hermana de esa forma, mucho menos cuando tan amablemente le había preparado un poco de té para calentar su noche. Se sentía tan culpable por siquiera preguntar, por lo cual intentaría recompensarlo.

No le agradaba ver la cara de una bella jovencita sollozando por cosas que no debían preocuparle. Solo había estado en el lugar equivocado, en el tiempo equivocado. No era su culpa en lo absoluto, todo sabían que Hinata hubiese muerto independientemente de los cuidados que le brindaran gracias a que era la palabra de sus dioses las que determinarían lo que les pasaría.

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