Todas las torres caen

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Capítulo 2-

Es difícil reír cuando ni siquiera eres capaz de sonreír. A la mañana siguiente me lenvanto y, comienza la rutina de cada día, hoy me siento especialmente insignificante, ayer por la noche no me sentía muy bien, asi que no he tenido muy buen despertar. Me siento rota, estúpida, con ganas de nada, solo de desaparecer, que se pare el mundo y me de tiempo a encontrar respuestas a todos los dilemas que me perturban, que me de tiempo a superar todos mis miedos, afrontar de cara todos mis problemas.

Hoy sé que nada me va a animar, ni el mensaje más ansiado al despertar, ni un beso de buenos días, hoy sé que todo va a ir mal. El camino hacia el instituto se me hace más largo, no disfruto tanto del paseo como todos los días. Encuchando "Kiss me" de Ed Sheeran, se me saltan las lágrimas, es una canción que siempre me ha hecho sentir comprendida cuando algo iba mal, oír algo triste cuando tu también lo estas es una de las mejores terapias.

Llego al instituto y, solo de pensar lo que me espera, me tiemblan las piernas. No hay nada mejor que, cuando más lo necesitas, esten "las arpías" para alegrarte el día. Armada de valor decido entrar por las puertas. Pasan las horas, se acaba mi paciencia, creo que voy a explotar de un momento a otro, decido ir al baño a lavarme la cara y despejarme un poco.

-Disculpe, ¿podría ir al baño?

-Baja Olivia, pero date prisa.

Después de dar las gracias, a toda prisa salgo de la clase, el pasillo está frío, vacío, todos están en sus respectivas y aburridas clases. Cuando llego al baño, me mojo la cara con agua fresca, me miro al espejo y veo a una chica triste, cansada, hoy no era la misma chica de todos los días, la que por muchas miradas asesinas que le echaran "las arpías" siempre tenía una sonrisa en la cara, la que por muy sola que se sintiera, tenía el valor de no abandonar, de seguir luchando con todas sus fuerzas cada día, pero, todas las torres caen, ¿no?

La adolescencia me ha sentado mal, me he vuelto muy bipolar, mis estados de ánimo cambian muy drásticamente, y lo odio. Ahora soy una persona bastante inestable, necesito un pilar donde apoyarme, y corro el riesgo de que en algún momento me falle, y no soporto tener que depender de nada ni de nadie. Miro por la ventana, y para mi sorpresa ya es de noche, sin darme cuenta, ya ha pasado el día, no espero a acostarme muy tarde, solo necesito descansar y esperar a que mañana sea un día mejor.

Otro más y no avanzo, a cada minuto que pasa tengo más y más ganas de que esto acabe. Ha llegado un punto en el que el dolor es insoportable, y lo peor es que no puedo hacer nada para combatirlo. No creo que merezca ser tratada de este modo tan cruel. Mi madre me llama para ir a desayunar pero no tengo apetito, le digo que me encuentro mal y lo deja pasar. No quiero salir de mi habitación, solo tengo ganas de sentarme en un rincón y llorar. Necesito desahogarme como sea, pongo un poco de música y en mi lista de reproducción aparece esa canción que tantos recuerdos me trae, las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas, pero mi madre interrumpe en la habitación sin avisar, no me da tiempo a secarme siquiera los ojos.

-Olivia, vamos a ir a comer tu padre y yo, ¿quieres venirte?

-No mamá, prefiero hacerme algo rápido aquí y ya está.- Digo sin darme la vuelta para que no me vea y así no tener que dar explicaciones.

-Vale, en la nevera tienes cosas para hacerte.

La casa esta vacía, en silencio solo se oyen mis llantos. Estoy rota por dentro, me falta el aire, se me comprime el pecho, esto es superior a mí.

Es la hora del almuerzo pero, comer es lo que menos me apetece. Me encierro en mi habitación, y en un mar de lágrimas me quedo dormida hasta que una voz me despierta, son mis padres, parece que la comida se alargó unas cuantas horas, son las diez y media de la noche. Voy a la cocina y aunque no tenga ganas, decido tomarme un yogurt por no pasar todo el día sin llevarme nada a la boca. Cuando lo termino, me tumbo en la cama y empiezo a reflexionar en lo estúpida que soy, en lo fácil que es engañarme, en que no es la primera vez que me pasa, en que he tropezado dos veces con la misma piedra.

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