Primavera

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Ya ha llegado la primavera, mi estación favorita, cuando empieza a brillar con más fuerza el sol, cuando comienzan a florecer las margaritas en el jardín, los arboles cambian sus hojas invernales, o las pocas que les quedan después del otoño, y las convierten en un color verde esperanza. Los días se hacen más amenos cuando es primavera, ya no te hace falta llevar el peso del abrigo, o soportar el frio en tu cara, lo único que sientes es esa brisa cálida tan agradable rozando tus mejillas.

Quiero salir a la calle para estrenar el comienzo del buen tiempo, aunque no sé qué hacer fuera, dirijo mi mirada a un rincón de mi desordenada habitación y veo mi longboard aparcado desde que empezó a hacer frío, miro por la ventana y hace un día perfecto para dar una vuelta con él. Me preparo y estoy deseando salir a montar en mi tabla con un bonito dibujo tiki verde y más en un día tan precioso como el de hoy. Estoy esperando delante de la vía a que llegue el metro, en Príncipe Pío hay un sitio al que solía ir para montar, cuando en el andén de en frente veo un chico que llamó mi atención, era alto, piel algo pálida, pelo color cobrizo y unos ojos azul intenso, miraba distraídamente su móvil cuando levantó su mirada de la pantalla y la dirigió a mí. Tras unas cuantas miradas y que me inspeccionara de arriba abajo, me sonrió seguidamente de guiñarme un ojo, no pude ver más porque el tren llegó y cuando desapareció por el túnel el chico había desaparecido con él.

Sentada en un asiento de los muchos vacíos que había alrededor, pensaba en el chico misterioso que acababa de ver. Nunca fui una chica a la que los chicos miraran, pero es verdad que en este último año, desde que di el gran cambio, había empezado a recibir algunos cuantos piropos de desconocidos de la calle, cosa que no doy mucha importancia, pues al no estar nada acostumbrada, no sé cómo reaccionar. Dejé de darle más importancia al tema porque al fin y al cabo, ¿qué más da? Era solo un chico mono, muy mono, que me había guiñado uno de sus preciosos ojos azules, y al que no iba a volver a ver nunca, solamente era un extraño más.

Llego a la estación, y al salir el sol me deslumbra, como echaba de menos esa sensación. Tras estar unos pocos minutos encima del long, me quito la chaqueta, el sol pega fuerte y hace un calor impresionante, creo estar arrepintiéndome de ir vestida de negro de los pies a la cabeza, aunque no puedo negar que me queda bien el conjunto. Después de hacer una parada para beber agua y descansar un poco, cojo el móvil y me doy cuenta de que han pasado más de dos horas desde que salí de casa, tengo un mensaje de mi madre, dice que tiene algo bueno que contarme. Esperando en un semáforo, un coche se para y de la ventanilla de atrás se asoman tres chicos que empiezan a gritar cosas que hacen sonrojarme, tras unos segundos que se me hacen eternos se abre el semáforo y por fin consigo salir de esa sensación tan incómoda. No sé qué que me pasa hoy, estoy que lo rompo, como diría Beth si hubiese estado aquí para verlo.

Por fin en casa, me dispongo a darme una ducha fría cuando mi madre interrumpe en el cuarto para darme una de las mejores noticias que había escuchado en bastante tiempo: ¨No hagas planes para esta semana santa, Beth te está esperando en Dublín¨.

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⏰ Última actualización: Mar 30, 2015 ⏰

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