Uno

1.1K 110 1
                                    

Uno.

Bellatrix no despegaba los ojos de la mesa mientras su mano se deslizaba con rapidez sobre el cuaderno en el que escribía. Hermione alternaba la mirada entre ella y sus propios apuntes. Hacía rato que quería sugerir que se detuvieran, su mente estaba completamente en blanco y, además, la lluvia golpeaba cada vez con más fuerza las ventanas del salón; sin embargo, no había querido interrumpir a Bellatrix.

Se aclaró la garganta para intentar llamar su atención, pero ella, tan concentrada como estaba, la ignoró por completo. Hermione cerró su cuaderno haciendo el mayor ruido posible, pero no consiguió la más mínima reacción de parte de Bellatrix. Separó los labios, lista para despedirse, pero el único ruido que salió de su boca fue un grito ahogado.

El salón se sumergió en la oscuridad.

—¿Qué pasó? —El sonido de un lapicero cayendo en la mesa acompañó la pregunta de Bellatrix. Luego, la luz de una linterna apuntó de lleno al rostro de Hermione.

La apartó de un tirón, fastidiada.

—No hagas eso.

—Quería asegurarme de que estabas viva —se defendió Bellatrix mientras iluminaba el resto del salón. Hermione pudo ver el asomo de una sonrisa en sus labios—. ¿Qué pasó? ¿Se fue la luz?

—Creo.

—¿Está lloviendo? —Bellatrix miraba a la ventana con interés, parecía que apenas había caído en cuenta que el agua llevaba buen rato azotando el edificio. Chasqueo la lengua y se levantó del asiento—. Supongo que tenemos que irnos.

Hermione la imitó y, ayudándose por la luz del celular de Bellatrix, que ahora descansaba sobre la mesa, metió sus propias cosas en la mochila.

—Iba a decírtelo hace un rato.

Salieron del salón momentos después. El pasillo estaba vacío y oscuro, pero se escuchaban voces viniendo del piso de abajo. Caminaron con cuidado, apoyándose siempre en las luces de sus celulares para no caer.

Les tomó mucho más tiempo del habitual llegar a las puertas de salida de la universidad y, cuando lo hicieron, estaban empapadas de pies a cabeza por la lluvia. La calle estaba desierta y oscura, no pasaban autos y Hermione empezaba a angustiarse. Se refugió, junto a Bellatrix, bajó el techo de la parada de autobuses. No se estaba mucho mejor allí que fuera, pero, al menos, el agua ya no golpeaba su cráneo.

—Mal día para no traer el auto.

Hermione no le respondió, había visto dos luces acercándose en la lejanía y agitó la mano con vehemencia.

—¿No estarás pensando en dejarme sola? —preguntó Bellatrix, levantando la voz para hacerse oír por encima de la lluvia.

—Claro que no.

—Podría llamar a un taxi.

—Te congelarías esperando —repuso Hermione.

Por fortuna, el autobús se detuvo en la parada, la mala noticia es que estaba demasiado abarrotado de gente. Escuchó las grandes negativas de Bellatrix y estuvo de acuerdo con la mayoría, pero esa era su única oportunidad de salir de allí. La agarró por un brazo y la condujo hasta la puerta trasera del gran vehículo, sorprendentemente ella no puso ninguna resistencia.

Treparon al autobús y este arranco antes de que pudieran acomodarse. Hermione tuvo que sujetarse del brazo estirado de Bellatrix para no caer encima del hombre que estaba sentado. Se dio la vuelta, avergonzada, y su nariz quedó a escasos centímetros del pálido cuello de Bellatrix.

Ella era más alta, le sacaba varios centímetros de diferencia, y olía demasiado bien. Levantó la cabeza con cuidado y se encontró con que Bellatrix miraba fijamente a la ventana, el cabello mojado le cubría la mitad del rostro, pero pudo distinguir su expresión malhumorada. A Hermione no le sorprendió, presentía que era la primera vez que viajaba en el trasporte público y no se estaba llevando la mejor impresión.

—Podría haber caminado —mascullo Bellatrix demasiado cerca de la oreja de Hermione.

Sintió a sus mejillas enrojecer y se esforzó para que su voz mantuviera la naturalidad de siempre.

—¿Cuánto? ¿Diez cuadras?

—Solo es poco de agua —continúo Bellatrix—. Y no tendría que viajar como una sardina.

—No llores.

—No lo hago —contestó ella—. ¿Y tú? ¿Cómo vas a regresar a casa? No creo que la lluvia vaya a detenerse y la luz no parece que fuera a volver, ¿qué harás?

—Ya veré —murmuró Hermione sin muchos ánimos mientras giraba la cabeza hacia atrás para ver por la ventana. No se veía nada y una desagradable sensación la abordó mientras su cuerpo tiritaba de frío.

Tendría problemas para llegar a casa, más aún porque vivía demasiado alejada de la universidad. Y, tal como había dicho Bellatrix, estaba lloviendo y a oscuras, lo que lo complicaba todo.

—Ven conmigo y llama a un taxi luego. O a uno de tus amigos, ¿no tiene Weasley un auto?

Sí, Ron tenía un auto, uno bastante viejo, Hermione no creía que fuera inteligente pedirle que la recogiera en esa noche lluviosa. Sin embargo, aceptó, aliviada, la proposición de Bellatrix.

—Gracias.

—Te ves como un gato abandonado y desnutrido, Granger —dijo Bellatrix, tenía las cejas levantadas—. No puedo dejar a un animalito a su suerte, no en estas condiciones.

Hundió su codo en el estómago de Bellatrix y sintió una extraña satisfacción al escuchar el sonido que brotó de su boca. Ella se curvó levemente mientras reía y Hermione, en un arrebato, levantó la mirada para enfrentarla.

Tenía cosas que decirle, pero todas las palabras se esfumaron de su cabeza cuando sus labios se rozaron levemente.

Noche enamorada [BELLAMIONE AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora