Dos

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Dos.

No eran lo suficientemente cercanas para llamarse amigas, pero tampoco podían llamarse conocidas. No habían compartido lo suficiente para crear una estrecha relación, pero si habían compartido lo oportuno para que pudieran intercambiar saludos.

Estaban en el punto medio entre la amistad y la rivalidad. Siempre compitiendo por las mejores notas, pero jamás permitiendo que se les fuera de las manos. Siempre compartiendo conversaciones entre clases, pero jamás ahondando en temas personales. Ellas eran así, les gustaba estar así; sin embargo, esa caricia inesperada había despertado un deseo que, ahora, flotaba en sus cabezas.

Bellatrix abrió la puerta del apartamento y entró. Hermione fue tras ella y, ayudándose con la luz de su celular, pudo ver una sala bastante elegante. Se quedó quieta, sin saber qué hacer, y escuchó a la puerta cerrarse tras de sí.

—Puedes ir a sentarte, Granger —dijo Bellatrix—. O deja tus cosas y ve al baño, es la primera puerta del pasillo, a la derecha. ¿Estás bien con la ropa mojada? Debo tener algo nuevo en mi ropero, puedes ponértelo sin problemas.

Tragó saliva con nerviosismo y se quitó la mochila.

—Sí, voy al baño —murmuró Hermione mientras caminaba hacia el pasillo y dejaba caer la mochila en el piso. Encontró la puerta y se metió sin más.

El cuarto de baño era mucho más grande y elegante que cualquiera en el que Hermione hubiera estado antes. No era una sorpresa del todo, sabía que la familia de Bellatrix tenía mucho dinero, pero no dejaba de ser desconcertante que una estudiante universitaria gozara de tantas comodidades.

Como fuera, Hermione dejó su celular de tal forma que alumbrara a todo el cuarto, se puso frente al lavado, y su azorado reflejo le devolvió la mirada. Estaba rojísima y no necesitaba pasarse la mano por el rostro para comprobar que estaba ardiendo. Abrió la llave y se enjuagó la cara. El agua fría contra su piel se sintió casi como una bendición...

Estaba convencida de que había sido una tontería sin importancia, de los deslices que ocurren siempre entre saludos, un simple roce del que debían haberse reído. Sin embargo, no lo hicieron. Se miraron fijamente por unos segundos hasta que apartaron la mirada y no volvieron a hablar en todo el viaje. Y bajaron del bus en silencio, rehuyéndose la mirada mientras la lluvia —y algo más— azotaba sus cabezas.

Era una estupidez, se dijo en un inútil intento de tranquilizar a su desesperado corazón, no significaba absolutamente nada. Sin embargo, sus mejillas encendidas, su respiración agitada y el calor que le escocía el pecho decían lo contrario. Había algo cocinándose en su interior, algo que callaba a la razón, al sentido común, y la impulsaba a actuar.

Abrió la puerta con cuidado. El pasillo estaba oscuro y silencioso, daba la impresión de que no había nadie en el apartamento. Esperó, paciente, hasta que escuchó a pies descalzos caminando por encima de las baldosas. Tragó saliva y se deslizó por el pasillo, hasta llegar a la puerta entreabierta del fondo.

La empujó con cuidado y llegó a la que, suponía, era la habitación de Bellatrix. Ella estaba allí, parada frente al ropero, con el torso desnudo, y la miraba con genuino interés. No parecía importarle su intrusión ni las circunstancias en las que la encontraba. Hermione lo agradecía.

—¿Quieres cambiarte de ropa, Granger? —preguntó Bellatrix con una sonrisa de lado. Hermione casi podía jurar que era más una invitación que una muestra de hospitalidad, pero se las arregló para mantener la compostura; la que aún conservaba, al menos—. Ven aquí, busca algo que te guste y póntelo. Aunque pareces demasiado pequeña, ¿quizá deberías intentar con la ropa de Narcissa? Es mi hermana menor, es casi de tu talla.

Se adelantó, tal como ella se lo pedía, y se colocó a su lado.

—No te preocupes, me las arreglaré —murmuró Hermione mientras examinaba el ropero.

La suave risa de Bellatrix inundó la habitación, erizando la piel de Hermione.

—¿Qué pasa?

—Estoy nerviosa —confesó Bellatrix con un susurro.

Su corazón dio un vuelco a la par que pensamientos desenfrenados nublaban su mente. Hermione desvió la mirada con lentitud, sin dar crédito a lo que había escuchado. Cuando sus ojos se detuvieron en Bellatrix vio, a pesar de la oscuridad, el rubor que pintaba de rojo a sus pálidas mejillas.

Bellatrix la observaba de vuelta, con los dos ojos negros clavados en su rostro. Bien podría ser la primera vez que se miraban, realmente se miraban, y Hermione pensó que era absolutamente hermosa.

Un paso adelante, sin apartar la vista de ella, otro paso, hasta que pudo escuchar con total claridad los latidos de un corazón tan desenfrenado como el suyo. Esperó un segundo, dos, tres... dándole la oportunidad de apartarse si quería. Pero ella no lo hizo y esa fue su señal para seguir.

Se puso de puntillas y encerró los labios de Bellatrix entre los suyos. Y esa boca no demoró en corresponderla con emoción. Y esos brazos estaban estrechándola. Y esa piel se sintió como el fuego, ardiendo, quemando, consumiéndola...

La ropa desapareció en algún punto de la noche, arrancada por manos desesperadas y ansiosas. Dos cuerpos desnudos se envolvieron sobre las sabanas, con tanta pasión y anhelo que fue imposible precisar a quién le pertenecía cada miembro.

No hubo más palabras, no les fueron necesarias, dejaron que sus cuerpos se amaran hasta enloquecer.

***

No sé que carajos acabo de hacer. Solo sé que escribí esto después de escuchar "por culpa de una noche enamorada" de Paloma San Basilio en bucle por cuatro horas. No está corregido, todos los errores son míos. Espero les haya gustado(?), háganmelo saber con un voto/comentario.

Noche enamorada [BELLAMIONE AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora