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—¡Me cago en la puñetera mierda!— gritó Langa, lanzando su casco contra el asfalto. —¡Coño!— pateó la rueda trasera de la inocente motocicleta que se había quedado sin combustible. Lanzó un par de maldiciones más mientras se mesaba los cabellos y respiraba con fuerza, iracundo. Finalmente se llevó las manos a la cintura y dio unos cuantos pasos a su alrededor buscando una calma que no lograba sentir. Porque para Langa aquel estaba siendo un día mierdero, de los más grandes. Y ahora, para colmo, se había quedado varado en medio de la carretera interestatal, sin combustible, con solo 30 dólares en efectivo, una laptop y una muda de ropa.

¿Por qué coño el enojo le tenía que dar por intentar atravesar el país en moto? Y sin recargar el tanque, además.

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