Capítulo 3: "El túnel"

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El odio me envolvió entre sus brazos, y como espada rasguño mi alma, y en un arranque de ira, controló mis manos. Soy la oscuridad fingiendo ser la luz.


  Desde su habitación, escucha los gritos de su madre. Todas las noches pasa lo mismo, pero esta vez ya no lo aguanta, y tratando de controlar su ira, apreta su sabana con sus manos sudorosas, y en ultimo golpe que logra escuchar cambia su expresión de miedo por venganza y tomando su muñeca de porcelana, se acerca a la habitación de su madre, la observa tirada en el suelo, desmayada y con sangre en la cabeza, su padrastro está de espaldas tomando la última gota de licor que queda en su botella, mientras se desparrama sobre el piso. Ella paradita desde la puerta, levanta con sus pequeñas manos su muñeca y con toda la furia contenida en sus corazón, cerrando sus ojos, golpea la cabeza de su padrastro, el sonido del golpe baja su adrenalina, mira los  pedazos de porcelana, y al mismo tiempo mira rota su infancia, y en ese instante el miedo regresa.

Bajo el cielo estrellado y alrededor de esa fogata, Miriam despierta casi llorando, apreta los labios para que no se le escuche, mira sus manos, le parece observar a su muñeca de porcelana y en su imaginación la abraza, acaricia su cabecita, trata de peinar sus cabellos rubios, pero siente algo tibio, mira sus manos y es sangre, Mariam rápidamente tira la muñeca y se aleja, refriega sus ojos y la muñeca desaparece, no puede evitar el llanto y se abraza con fuerza, tiene el corazón oprimido y un llanto que necesita más de dos ojos, su alma está partida, al igual que su corazón.

Pasan unos minutos y su llanto es más lento, se siente como una niña destetada, sin abrigo y sin el arrullo de su madre.

Mariam con sus ojitos hinchados, su cabello lleno de arena y sus falda larga, trata de rezar, tiene cada rezo guardado en su memoria, los pronuncia con desespero, y sollozando cada palabra, busca consuelo, busca perdón.

Pasan los minutos y Mariam no siente nada, antes, al menos calmaba su conciencia, pero ahora parece atormentarla, empieza a cuestionar sus rezos, ¿a quién le reza?, ¿Esas son las palabras que quiere decir?, Mariam quiere dejar los rezos y decir al cielo lo que siente, lo que piensa, pero el miedo la detiene, sus labios tiemblan y parece se olvido como hablar, como expresarse, y en un esfuerzo sólo dice _ ¿Quién eres? _ y aunque fue casi un susurro, en su alma ella lo  gritó con toda sus fuerzas, y soltando las ultimas lágrimas, con sus mejillas humedecidas, recuesta su cabeza, cierra los ojos sintiendo la textura de la arena que de alguna forma parece acariciarla, hasta quedarse dormida.

El sol empieza hacer su aparición, pegando fuerte sobre el rostro de los jóvenes que duermen alrededor de la fogata, José es el primero en levantarse, se pone sus zapatillas, se sacude la arena de su ropa y siente sed, se dirige donde están las provisiones y cuando esta por tomar una botella de agua, se acuerda del túnel y se va.

Poco a poco despiertan los jóvenes, sacudiendo la arena de sus rostros y de sus cabellos, la última en despertarse es Azul.

Marcelo terminando de dar un bostezo exagerado y estirando todo su cuerpo, largo y delgado, se dirige a las provisiones, que Richard guardo. Cuando está por abrir un paquete de galletas Richard se percata y corre a quitárselo, diciéndole.
_¡Espera!

_ Espera que... amigo _ Marcelo, no se deja quitar el paquete de galletas, sacando provecho de su altura.

Richard enojado le grita _ Viejo, no eres el único que tiene hambre, no puedes agarrar todo un paquete de galletas para ti solo, necesitamos ser equitativos, no sabemos cuanto tiempo demoraran en encontrarnos.

Marcelo cegado por el hambre le responde _ Amigo, tu crees que esos paquetitos de galletas van a alcanzar para todos, aquí hay mas de 10 personas, piensa.

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