María alzó suavemente la barbilla de Marta que nuevamente miraba al suelo y volvieron a entrelazar miradas.
Definitivamente, esta vez y encerradas en ese cubículo, María ya no puso ningún tipo de resistencia a todos los movimientos suaves de su estómago y a los instintos mas primarios que la acercaban a Marta.
Esta última por su parte tampoco tuvo fuerzas, ni ganas, para seguir luchando contra todos los demonios que trataban de alejarla de la rubia y la cual tenia cada ve más cerca.
Chocaron sus frentes e instantáneamente María cerró los ojos ladeando la cabeza y abriéndose paso hacia los labios de Marta que tenía la boca ligeramente abierta para recibir a María.-¡Marilia, ven acá!- la voz grave y rasgada de Sabela irrumpió en el silencio en el que ambas chicas se habían sumido y fue inmediatamente respondida por la risilla de la de rizos.
Ambas chicas, que habían separado bruscamente ante el grito, suspiraron pesadamente.
María no supo como disculpar su cercanía, por ello acercó su dedo pulgar a la mejilla empapada de Marta y retiró con mucha delicadeza una pestaña.-Pide un deseo y sopla- Marta alzó las cejas, sonrió vacilante, rodó los ojos juguetonamente pero sopló con fuerza haciendo que la pestaña desapareciera inmediatamente de la vista de ambas chicas.
-Siento no haberme dado cuenta, Marta. Prometo estar ahí cuando me necesites y cuando no también-.
Al oir esas palabras, aunque intentó no hacerse muchas ilusiones, irremediablemente Marta sonrió esperanzada de que por fin tuviera el apoyo que tanto necesitaba en la academia.
-Venga va, ahora a comer que tengo mucha hambre.- María se puso en pie con las piernas un poco adoloridas por la posición en la que se había colocada pero no le importó mucho, habia conseguido animar un poco a Marta y que esta la dejara entrar aunque sólo hubiera sido por unos minutos.
Tendió una mano que fue instantáneamente agarrada por la más joven y salieron del baño juntas.
Pero en cuanto llegaron al comedor Marta soltó rápidamente la mano de María cogiendo con la suya la manga de sus sudadera de Michael Jackson y apretándola fuerte. María frunció el ceño ante la acción de Marta pero en cuanto vió el semblante de la chica comprendió perfectamente que no lo había hecho por gusto sino casi por necesidad. Cada vez que estaba nerviosa, Marta se agarraba con fuerza las mangas de la prenda que llevaba puesta, algo en lo que María ya había reparado en un par de ocasiones.Como aún no estaban en medio de todo el barullo, María aprovechó para acercarse a Marta y agarrarle de nuevo la mano que seguía enredada en la manga de su sudadera.
-Marta, Marta, mírame por favor.- Marta negó con la cabeza y continuó mirando al suelo.
No podía parar de pensar en lo que había ocurrido unos minutos atrás en el baño. Había estado a punto de besarla, habían estado tan cerca que si María hubiera sido más rápida se hubieran besado.
¿Y si María se había dado cuenta de la velocidad a la que latía su corazón cuando ella estaba cerca? ¿Y si había notado todas las veces que Marta la miraba en silencio? ¿Sabría María la forma en la que el cuerpo de Marta la buscaba una y otra vez? ¿Y si María se había dado cuenta de lo mucho que la gustaba? ¿Y si sentía lo mismo que ella? O peor...¿Y si Marta había sido solo una manera en la que María suplía la falta de su novio y en realidad no quería nada con ella ni mantendría su promesa de estar a su lado?María estaba desesperada, no sabía cómo hacer para traer a Marta, que parecía estar ausente en sus propios pensamientos, de vuelta. Zarandeó su cuerpo suavemente y pareció haber conseguido liberar a Marta del bucle en el que había entrado.
Marta sacudió la cabeza y miró a María a los ojos con un dolor tan penetrante que hizo que el corazón de la de tatuajes se encogiera.
Pero Marta sonrió, como siempre, sonrió pacientemente esperando a que María se apartara y la dejara pasar rumbo al comedor.María entendió perfectamente lo que debía de hacer y se apartó ligeramente a la derecha para que Marta cruzara el estrecho pasillo que quedaba para llegar al comedor.
Y la vió irse, tan destrozada como la había encontrado media hora antes,
y no supo cómo hacer para decirle que la quería tanto que le hubiera arrancado el dolor de raíz si pudiera o que hubiera memorizado el nombre de todos sus demonios para luego olvidarlos y que ella lo hiciera también.Pero no supo como hacerlo, así que se limitó a mirar a Marta caminar de vuelta al comedor y vió como se giraba lentamente y la sonreía una vez más antes de unirse a sus compañeros.