La luz en la oscuridad

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Dos naciones consumidas por un odio irracional.

Un amor prohibido.

Y una guerra interminable...

El trote de los caballos, y las respiraciones profundas chocando con las armaduras de los guerreros listos para morir, retumbaban a lo largo de aquel extenso valle que pronto presenciaria al inevitable destino jugar sus cartas.

Ambos bandos se detuvieron poco antes de colicionar, sus monarcas se miraban, esmeralda contra rubí, para el resto odio, para ellos amor...

—Sabiamos que esté día llegaría, Izuku.

—La espera convirtió a mi agonía en el peor de los martirios, ni siquiera me veo capaz de blandir mi espada en tu contra. No me lo perdonaría.

       ~Por eso quiero pedirte perdón,  te amo tanto que no puedo imaginar un mundo sin ti~

—Tomura, tu siempre has deseado la paz, más que nadie en el mundo.

—Por supuesto que sí, sabes que mi sueño es vivir en un mundo donde todos aquellos que coexcistan puedan ser felices.

El peliverde camino hasta el centro del campo, llamando la atención de ambos bandos, el peliceleste no comprendía lo que su amado hacia, siempre le había sido difícil imaginar lo que pasaba por aquella cabeza suya, y está vez no era la excepción. Con una gran sonrisa dedicada a su amado, sus ojos esmeralda pedían perdón y le decían en silencio "Vive por mi, vive por ti. Vive por ambos"

—Yo Izuku Midoriya, monarca de Luzbell entrego mi vida— levantó la espada que reposaba en su mano derecha y con gran fuerza la clavo en su pecho—por el gran y profundo amor que siento por Shigaraki Tomura. Entrego mi vida para salvar la de mi pueblo y llamar a la paz hasta estas tierras.

El peliceleste corrió lo más rápido que pudo, no dejaría morir al amor de su vida, si bien deseaba la paz, uno de sus principales motivos, era aquel chico que se había convertido en la luz de su vida. Deseaba poder profesar su amor a los cuatro vientos, y no estaba dispuesto a vivir sin él.

        ~Siempre fuiste mi héroe, desde el primer momento en que vi tu dulce sonrisa, no extingas esa luz, por favor, no lo hagas. No me dejes.~

El resto contemplaba la escena, el reino de Luzbell conocía a la perfección a su monarca y ahora que veían su cuerpo sin vida y sin rastro de esa inmensa aura de amor y felicidad, comprendían la magnitud de sus sentimientos. El no deseaba la guerra, y amaba tanto el mundo y las vidas que por tanto tiempo había cuidado que prefería sacrificar su propia vida antes que la de alguien más.

Soltaron sus armas y cayeron de rodillas, lágrimas brotaban de sus ojos, sus corazones ardían de impotencia. Pero nadie sufría tanto como el peliceleste, no lo había logrado. No lo había podido salvar, no había podido hacer nada y al final escuchar las últimas palabras del amor de su vida, lo habían dejado muerto en vida.

Acariciaba con suma delicadeza el pequeño rostro del menor, trataba de grabar en lo más profundo de su ser cada una de esas facciones, deseaba jamás olvidar ni el mínimo detalle de estás, y aunque ya no pudiera ver sus hermosos ojos, tenía claro que ese siempre sería su color favorito, el color de su más grande amor.

—Yo también te amo, Izuku Midoriya.

Besó sus labios por última vez, y apego con cariño su mejilla a la de él.

~Mi amor por ti traspasará  la muerte, por que estamos unidos por algo más fuerte, incluso que el mismo destino, estamos unidos por nosotros mismos ~

—Hasta pronto, mi sol.

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