1 Desastre

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Apenas pudimos escapar del desastre en épocas decembrinas. Mi institutriz, la jefa del clan de vampiros de Manhattan, me había permitido gastar mis "vacaciones" como mejor quisiera, a lo cual no pude sino entusiasmarme, pero... La entrada a la mansión/teatro abandonado que es el nido del aquelarre me permite echarle un vistazo al peor vecindario en toda la isla.

Tengo "amigos" humanos en los suburbios, los vagabundos que vigilan mis pasos me han salvado de varias situaciones indeseables con individuos que no podía enfrentar en mis inicios, por lo cual: sentí que debía ayudar de algún modo y elegí dar auxilio en el refugio general que dispuso la iglesia, y por más que me desagraden las instituciones religiosas, es mejor que nada.

Han pasado un par de años desde que llegué a Nueva York, vagando por las calles haciéndome con la compañía de jóvenes delincuentes que no dudaron en abandonarme la noche de altas propinas tras un pequeño espectáculo callejero dónde me robaron mi única pertenencia, un viejo teclado con baterías casi gastadas. Y terminé yendo al subterráneo, apenas tenía lo suficiente para llegar a "casa", un refugio abarrotado de malvivientes dónde apenas podía cerrar los ojos en un rincón, hasta volver a vagar en la mañana luego de comprar 75¢ de pan...

Recuerdo que me dolía la cabeza desde una semana antes, recuerdo sentir el temblar del sueño, fue el momento donde un demonio carroñero destrozó el transporte y mató a varias personas. Los nefilim no pudieron hacer nada. Recuerdo la desesperación que sentí cuando decidí salvar a una señorita, misma que me venía fastidiando en el vagón en el transcurso de la ruta, pero aún así, prefería salvar a alguien, irme haciendo algo bueno; así que conforme la defendí de asquerosos acosadores (que a la fecha no sé si eran humanos), decidí ser un señuelo para el demonio... Cada vez que recuerdo cómo el demonio casi me come, el patalear cupiendo perfectamente entre sus colmillos amarillos de sus sanguinolentas fauces, y cómo el lugar se derrumbó toda la estructura una vez me tiré justo a tiempo por las escaleras dándole un objetivo focal que le hiciera ignorar la altura del entrepiso, causando un desplome de la estructura y aplastando a la bestia, hiriéndome en el proceso, tengo la necesidad de pensar en mi maestra, una vampiro que no pudo evitar sentir lástima por mí y evitar mi muerte... ¿Habría sido mejor que me hubiera dejado ir?

- ¡No, Macaulay! ¡No dejes que te controle! - Gritó Gavmild, el compañero de la guardia hada quien controlaba el "vehículo" en el cual íbamos.

Era una especie de trineo de madera negra y brillante, Melinoe me mantenía abrazada de la cintura mientras usaba su espada y lanzaba hechizos y golpes a la horrible masa de tinieblas que se avecinaba como una ola, irrumpiendo desde las profundidades del destrozado suelo, dónde hacía tiempo había vuelto nada la vieja iglesia y un par de almacenes y fábricas abandonados además de la basura de los baldíos de la zona. Solo podía agradecer que los desafortunados pordioseros ya habían sido trasladados, tiempo para el cual Melinoe y yo sólo intentamos ir a un sitio más privado, y nos dejó ver cómo el altar eclesiástico se partía y daba rienda suelta a la asquerosa brea negra de la que apenas pudimos escapar.

- ¡Mac! ¡Si vas a hacer algo, este es el momento! - Dijo Melinoe, antes de quejarse por la mordida de una de las "bocas" de las extremidades asquerosas y similares a bocas de sanguijuela, saliendo de los apéndices articulados que salían de la nada de la quasi líquida criatura de obscuridad.

- ¡No puedo! ¡No sé controlarlo! - Admití, sintiendo la energía extraña y similar a bismuto derretido que emanaba de mis dedos.

- ¡No te atrevas a decir que no puedes! - Dijo Melinoe, soltándome solo para hacerse un vendaje improvisado con su bufanda. - ¡Tienes que usar tus poderes, no hay tiempo! ~Agh! - Quejó ante el zarpazo de uno de los apéndices alargados que intentaban atraparnos.

Poblados Elementales [PREÁMBULO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora