No creyó que para él alguna vez pudiese existir. Es decir, Dai no negaba que el amor existiera, tal vez no en sus padres, tal vez no para él; pero lo veía, por ejemplo, en Leaf y Zaid. También veía cómo algunos de sus subordinados e inclusive sus jefes lo tenían, pero Dai... simplemente no creía estar hecho para amar a alguien, mucho menos que lo amaran a él. Si no lo habían querido de niño, nadie iba a amarlo jamás. Además, a pesar de no importarle lo que pensaran de él, sabía que su personalidad era complicada y su trabajo aún más.
Por ello, cuando él llegó fue como recibir un golpe de la realidad, uno que le indicaba que efectivamente, existía una persona en el mundo a quien amaría incondicionalmente, a quien protegería aún más que a sí mismo, con quien querría pasar su vida entera. Esa persona con nombre y apellido, Everett Meenwood; un nombre que no se atrevía a mencionar sin sentir mil emociones dentro de sí mismo; aquellas sílabas que no lo dejaban dormir si no estaba presente, a su lado.
Al inicio fue difícil, todo lo fue. El aceptar lo mucho que le gustaba, que quería conocer más de él que lo que aparentaba o dejaba ver, el hecho de quererlo para sí mismo de todas las maneras posibles y sólo para él... el aceptar que deseaba con todo su corazón el cual creyó no tener, que lo quisiera de vuelta.
El llamar su atención tampoco le resultaba sencillo, porque nunca lo había intentado, nunca había querido que alguien lo mirase solamente a él. Con ello en mente no podía evitar sentir que su propio nombre era único, si lo escuchaba abandonar sus labios.
Poco más tarde, en cuanto lo fue conociendo, se percató de que ya no había vuelta atrás, se estaba enamorando. Claro que sabía quién era y lo que hacía, eso era sencillo de descubrir, lo que no sabía era lo perfecto que iba a resultar ante sus ojos, su corazón y su mente. El cómo su personalidad lo complementaría de aquella manera o cómo con escucharlo reír se sentiría completo.
Everett y el amor que le entregaba, el ser correspondido por él era el único milagro que él había necesitado, toda aquella vida llena de soledad había sido reemplazada por colores cálidos e intensos, por la presencia de quien quería sostener entre sus brazos para siempre. Y justo en ese momento, despertando a su lado, admirando su expresión tranquila y llena de paz, estaba convencido, Everett era el amor de su vida.