3. Punto de quiebre

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Dicen que cada vez que recuerdas algo vas alterando la versión de aquello que creías que era la realidad. Quiero creer que llegará el día en el que quiera recordar estos días y no lograre saber si aquello fue tan solo un sueño.

Aún me causa gracia la forma en la que las personas me evitan al pasar, mi hermano solía decir que daba una vibra de asesino serial, probablemente no estaba tan equivocado. Tuve que soportar un año completo de miradas, susurros, ataques e insultos.

Medio campus sabía que Ray White había hecho algo muy malo, tan malo que su novia lo dejó, su hermano terminó en el hospital, y su familia lo echó de la casa. Todos ellos tienen razón. La otra mitad del campus fingía que no sabía que Ray White significaba problemas.

Hubo varios curiosos que se acercaban a mi pretendiendo actuar como mis amigos, hacían preguntas, querían la verdad, en ocasiones yo no tenía escrúpulos en contarles todo aquello, muy pocos lo creían, estoy seguro de que algunos creen que invente la historia para ser popular.

Todo comenzó con un viaje en auto.

Estaba soleado, tal vez nublado, lloviendo, soy incapaz de recordar exactamente. Lo que si recuerdo es querer abrir la puerta y saltar del auto en movimiento. Había seguido los consejos contradictorios de mi padre, quien profesa que el ojo por ojo no existe. En sus palabras; si alguien te pica el ojo, tú se lo arrancas, así aprenderán que no deben meterse contigo. No fue una infancia muy divertida, aunque he de admitir que no siempre fue así, supongo que luego de un tour en Irak las personas no regresan igual. No habla de ello, al menos no conmigo, mi madre dice que se metió en graves problemas cuando capturaron a su escuadrón por su culpa, le mostró debilidad a la persona equivocada y esta le apuñaló por la espalda.

El último día de clases de preparatoria me metí en una pelea. Perdí. Eso no es lo importante, dicho evento puso en peligro mi futuro. Un profesor había cambiado de parecer y no me recomendaría para el programa de universidad avanzada. Lo que significaba que mis esperanzas de conseguir una beca completa se desplomaban acuatizando en el mar de los arrepentimientos. La razón por la que me pelee era simple, el sujeto se estaba metiendo con mi chica, permítanme parafrasear, uno de mis viejos amigos se había estado viendo con mi novia y había intentado besarla.

Nuestros padres fueron llamados a la escuela, el profesor Cooper pensó que era justo que el mismo les dijera a mis padres la razón por la que su hijo no podría calificar para un programa que les permitiría costearle la universidad.

El viaje de regreso fue muy divertido. Comenzando por la siguiente conversación.

—No puedo creerlo, Ray. Como chingados pudiste ser tan pendejo como para pelearte en la escuela. —Esa hermosa voz, era de mi padre quien iba conduciendo en aquel momento. Mi madre iba de copiloto y yo iba en la parte trasera tratando de abrir la puerta para saltar de un auto en movimiento. Spoiler. No fue necesario.

—¡Raymond! —Mi madre se mostró de mi lado durante la discusión. —No es forma de decir las cosas.

—Él tiene que entender que las acciones tienen consecuencias y su pequeña bromita, no cabe dentro de nuestros planes. —Pude presenciar como el auto se aceleraba más y más, probablemente estaba pisando con fuerza el acelerador. Ahí descubrí que la puerta tenía el seguro de niños.

—Tu eres el que siempre está gritando que todo se soluciona a golpes, por primera vez te hago caso y esta es la forma en la que reaccionas. —Le respondí bastante molesto, lo cual solo calentó la situación. Era como echarle pólvora a una locomotora de carbón.

—¡Carajo! ¿Sabes cuantas veces me he peleado? ¿Sabes cuantas veces me pelee en la escuela? Para ser alguien tan listo a veces eres un idiota. —Quise responderle que claramente lo había heredado de él, pero eso sería hacerle medio cumplido.

Pude ver como mi padre distanciaba su mirada del camino y la posaba sobre el retrovisor para tratar de intimidarme a la par que manejaba. Realmente quería cruzar hacia su asiento para gritarle, tal vez incluso darle una paliza.

—Ya estoy hasta la madre de... —Lo adivinaron, en ese momento un auto nos impactó por el costado, específicamente el lado en el que iba, al ser el único pasajero sin un cinturón de seguridad fui el único que la fuerza y gravedad trató como un muñeco de trapo.

Ocurrió al instante. Tarde una eternidad en recordarlo, pero probablemente se debía a que me estaba muriendo. Mi madre dijo que realmente temía por mi vida, estaba en una condición que solo empeoraba, tuvo que ver como trataban de salvar la vida de su hijo desde el viaje de ambulancia hasta dos días después del incidente.

Estaba consciente de momentos, hubo uno lo suficientemente largo como para darme cuenta de que tenía los dedos de mi mano derecha rotos, en cuanto a mi mano izquierda creo que la palma de mi mano estaba tocando mi brazo, ustedes decidirán como creen que sucedió eso.

Necesité transfusiones, órganos y probablemente otra decena de cosas. Supongo que mi suerte no era tan mala, un donador de órganos arribó en la misma ambulancia que yo. Según mi madre, era el conductor del otro vehículo, él nos había chocado a nosotros tras saltarse una luz roja.

Es aquí donde la historia da un giro. Estuve consciente durante la noche antes de la operación, podía escuchar a los médicos hablar. El sujeto que había llegado junto conmigo, no estaba exactamente muerto, lo habían declarado muerto en la ambulancia, después en el quirófano, pero este seguía engañando a las máquinas leyendo un pulso. Intentaron hacer una autopsia que termino siendo una biopsia, el sujeto estaba vivo, técnicamente. Un padre de familia de una paciente en la misma ala en la que me encontraba había tratado de sobornar a los médicos para que le consiguieran un trasplanté de órganos a su hija.

Aquella persona no muerta había sido víctima de una transacción ilegal, nada ética que técnicamente podría ser definida como asesinato. Al menos eso quiero pensar, pasaron meses hasta que pude recordar a través de sueños lo que había escuchado.

Cuando mi operación terminó, resultó un éxito, el efecto de los analgésicos había pasado y abrí los ojos. Supe que algo andaba mal desde el primer instante. Imagina una máquina de tejer microscópica, que es capaz de tejer carne a través de sangre.

Salí del hospital con mil yesos encima. Con el paso de los días noté que no me dolía el hecho de haber tenido un accidente, me dolía el hecho de que el yeso me apretara los brazos, así que impulsado por la curiosidad lo rompí. No había señal alguna de mi operación, de mi mano derecha tuve que retirarme los clavos que habían puesto para unir mis fracturas solo para darme cuenta de que no los necesitaba, no digo que no doliera retirarlos, pero no fue un dolor tan intenso como pensé. No dejó ni la más pequeña cicatriz.

Sin embargo, ambos sabemos que aquello no era un milagro, si no una maldición.

Mentiras PeligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora