-La adolescencia-

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Tras unos meses del asesinato de mi perro, mis ansiosas ganas de matar y hacer sufrir volvieron a mi mente...

Recuerdo comprar muchas telas de grandes dimensiones, cinta americana, guantes de jardinería, tijeras y un martillo. Con las telas hice un saco casero con grapas puesto que no sabía coser, consiguiendo eso, en una pequeña mochila guardé todo lo que compré mas un par de cuchillos y navajas. Una tarde fue el día de pasar a la acción, en la hora de la siesta de pleno julio todos los ricachones y pijos de mi barrio/urbanización se encuentran duermiendo, de vacaciones o en sus malditas piscinas de sus patios internos. Yo llevaba unas semanas estudiando cual sería mi próximo objetivo y tras varias observaciones... Vi que mi próximo objetivo serían gatos callejeros, ¡eso es, gatos callejeros! ¿Quién de esos asquerosos ricachones se preocuparía por unos gatos que vagan por ahí cerca en busca de comida? nadie, solo se preocupan por ellos mismos y nada más que ellos... Antes de salir de mi casa cogí una lata de maíz y la guardé en mi mochila, cogí mis llaves y las guardé en el bolsillo. Salí de mi casa procurando no hacer ningún ruido, recorrí mi barrio de arriba a bajo unas cuantas veces inclusive sus alrededores, el calor junto con el cansancio me estaban agobiando, cerca de rendirme encontré al fin a mi víctima, un gato pardo cerca del tornco de un árbol. Con cuidado y en silencio me acerqué y comencé a hablarle suavemente.

-Gatito, bonito ¿tienes hambre?

El gato me miró y se puso en pie al ver que me acercaba, pretendia huir pero yo rápidamente saqué la lata y le tiré unos pocos granos de maiz cerca de él. Algo asustado los olisqueó y se los comió, yo se los iba echando cada vez mas cerca mía, mientras con la otra mano cuidadosamente saqué mi saco improvisado de mi mochila, ya estaba a mi lado y yo me puse maíz en la palma de mi mano y él comía de ella, metí mi mano dentro del saco para dejar el maiz dentro, pero él desconfiaba y no entró, entonces deje un poco en el suelo y cuando se agachó le agarré y a la fuerza lo metí en el saco. Corrí tan rápido como pude hasta mi casa para evitar ser visto por alguien. Cuatro casas más lejos y en la acera de enfrente estaba la señora Díaz tirando la basura pero no pareció haberme visto entrar en casa. Mis hermanos estaban en la piscina pública con sus amigos, mi madre durmiendo y mi padre volvía en dos horas y media de trabajar, era mi momento de disfrutar.
Bajé al garaje y de mi mochila saqué todos mis artilugios, me puse los guantes y cogí una tabla, en la tabla puse al gato y le aprese las patas con la cinta américana a la tabla, resistiéndose con la única pata que le quedaba suelta (la pata izquierda) me clavó sus uñas y me mordió en el brazo, tenía ganas de chillar por el dolor pero me tape la boca y ahogue mis gritos, le di un puñetazo en el estómago para liberarme, le terminé de atar a la tabla y me anudé un pañuelo en el brazo para tapar la hemorragia de la herida. Pensé en como matarlo durante unos minutos... Y al fín di con la clave, me acerqué a un pequeño armario y cogí una caja de herramientas de mi padre. A mí nunca me interesaron las herramientas hasta ese momento, cogi la caja y volví junto al gato.

-Parece que te gusta morder eh... Pues vamos a jugar a un juego.

Sonreía de forma macabra mientras sacaba los alicates, le abrí la boca con la mano y a pesar de llevar guantes notaba sus dientes intentando cerrar la boca. Al abrir al máximo su boca, con los alicates comencé a arrancarle la mayoría de sus dientes. El gato maullo con agonía por el dolor, pero yo confiaba en que mi madre no le oiria desde tan lejos, seguí hasta casi dejarlo sin dientes.

-Lo ves, eso te pasa por ir mordiendo lo que no debes.

Saqué de la caja un cautín (o soldador) eléctrico y lo enchufe, cuando se calentó y la punta incandescente se tono en un color anaranjado, agarré la pata y le clavé el soldador en las almohadillas de sus patas, una por una se las fui arrancando y desaciendo con el soldador, el gato parecía que se iba a desmayar del dolor.

-Jajajajaja ¡cuánta diversion! ¿No crees?

Sentía un bienestar en mi interior pero se me acababa el tiempo y tenía que finalizar, cogí mi martillo y le di varios martillazos en el estómago, el gato vomitaba sangre y restos de la comida, al parecer le rompí alguna costilla. Agonizando y casi ahogado por su propio vómito decidí finalizar, agarré mi cuchillo y se lo clavé en el cuello llegando a atravesar un poco la madera, en cuestión de segundos murió. Yo rápidamente metí la tabla con el gato en una bolsa de basura y limpié todas las manchas de sangre y restos de dientes del suelo, miré de que no hubiese nadie en la calle y salí rápidamente a fuera, y en una de las alcantarillas del suelo al final de la calle deje caer al gato y luego puse la tapa sin hacer ruido. Volví al garaje y recogí las cosas en mi mochila y dejé todo donde estaba, fui al baño para curarme la herida. Al echarme alcohol en la herida grite de tal forma que se despertó mi madre, me puse una venda y rápidamente entré en mi cuarto, ya que mi madre venía.

-¿¡Estas bien hijo!?

-S-si mamá lo que pasa es que me han vuelto a matar en este videojuego.

-Ufff hijo que susto de verdad...

-Lo siento mamá, no volverá a pasar, puedes acostarte de nuevo.

-No pasa nada hijo... No, ya ha estas horas esperaré a tu padre.

-De acuerdo, adiós.

Esa misma noche me costó quedarme dormido, lo que hacía me gustaba pero... Al mismo tiempo me asustaba hasta de mí mismo, se que no lo dejaría y que poco a poco iría mejorando mi técnica.

El criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora