Bola de nieve

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22 de abril, 202...

Nada.

Dicen que cuando uno muere no siente nada, simplemente te vas. La pregunta es ¿adónde?

No había techo, ni suelo, espacio o tiempo. Tampoco es que flotara, pero en definitiva, no estaba de pie en ningún sitio. ¿Así es como se siente la inexistencia?

Una luz se abrió paso entre sus cavilaciones eternas y la luz que no tenía un punto de origen en ese mar oscuro sin tiempo era la transfiguración de una voz que le hizo sentir una brisa refrescante.

―Hobi, por favor, cálmate.

―Estás loco...¿Cómo mierda se te ocurre? ¡Puedes ir a la cárcel por esto!

―Fue sólo por lo del seguro, no podía dejarlo ahí... sólo no podía. Mira, en cuanto despierte todo quedará arreglado, la aseguradora absorberá los gastos y todos regresaremos a nuestras vidas.

―Si despierta...―añadió en tono agrio la otra voz, soltó un suspiro para continuar―está bien, sólo no te metas en problemas, recuerda que las mentiras son como una bola de nieve, Namjoon.

Namjoon. El nombre le hizo cosquillas en los labios, ahí recordó que tenía labios y un cuerpo. Un cuerpo que se sentía pesado y dolorido, pero que lo esperaba para sentir esa brisa que el nombre Namjoon prometía.

 Un cuerpo que se sentía pesado y dolorido, pero que lo esperaba para sentir esa brisa que el nombre Namjoon prometía

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25 de abril, 20...

La enfermera paseaba por la habitación registrando los datos en el expediente. Lo mismo de siempre, nada nuevo, ni una mejora, ni una señal... simplemente nada.

Namjoon comenzaba a desesperarse. Los días que había pasado en esa misma silla esperando que el rubio chico de mejillas redondas despertara del coma comenzaban a hacerse eternos.

El accidente de la estación Yeonsan seguía siendo noticia. Todos los días los reportes de personas desaparecidas, de memoriales en honor a los fallecidos y las constantes demandas de los agraviados sonaban en los noticieros. No era para menos, un simple error de logística en la intersección había cobrado la vida de cincuenta y cuatro personas, y otros más que desaparecieron, quizás aún todavía bajo los escombros achicharrados de toneladas de metal o confundidos entre los cadáveres que fue imposible identificar.

Namjoon había tenido suerte, si lo podemos decir de esa manera. Si hubiera estado tan sólo dos vagones al frente no habría podido contarlo. Cuando despertó el aroma a quemado, los gritos y los sonidos metálicos no ayudaron con el fuerte dolor de sus costillas ni la conmoción de despertar bañado en sangre que no estaba seguro le perteneciera. Unos cuantos metros más adelante, entre cristales rotos al lado de un estuche de violín sin dueño un patín rojo se burlaba de él.

Horas más tarde despertó en el área de urgencias de un hospital, la sala parecía a punto del colapso, camillas con heridos y muertos iban y venían frente a sus ojos para desaparecer por los pasillos blancos. Un enfermero lo obligó a recostarse para atender las heridas de su pecho y costillas, fue entonces cuando lo vio.

La noche de las luciérnagas ―NamMin°Minimoni―Donde viven las historias. Descúbrelo ahora