The Promised Hunterland [Libro 2]

5.- Esperanza

— Antes de ir por su amigo — explicaba Hisoka a los tres chicos lo que sabía sobre el otro mundo, tras terminar el examen de cazadores y descubrir que sus recuerdos permanecian y notaron que Leorio no estaba ahí, jamás regresó. — deben aprender a usar nen o estarán muertos ni bien pongan un pie allá. — Por supuesto que los receptores entendían a lo que se refería, enfrentar nuevamente a la sede demoníaca y otros peligros para los que probablemente no estaban preparados. — No me queda más opción que entrenarlos... así tenga que quebrarlos en el proceso.

— No estoy seguro si eso sea conveniente para nosotros. — se quejó Kurapika cruzado de brazos.

— Depende de lo que significa quebrar para él. — agregó Killua desconfiado.

— Señor Hisoka, ¿irá con nosotros? — consultó Gon sin preocuparse por las dudas de sus amigos, lo más importante para él era recuperar a Leorio.

Hisoka se puso en cuclillas para quedar a la altura de Gon y sonrió al recordar a Emma gracias a la expresión que mostraba.

— Sería un placer acompañarlos, sin embargo, soy un mediador, si me voy de este mundo, ustedes no pueden regresar, es importante que me quede y controle los cambios drásticos del espacio tiempo.

— ¿Qué es lo que está pasando? ¿porqué fuimos a Grace Field en primer lugar? — interrogó Kurapika curioso.

— Si te dijera lo que sé, no me lo creerías. — respondió Hisoka poniéndose de pie y formando una posición con sus manos como si sostuviera algo en ellas, ninguno de los tres podía verlo, sin embargo, sentían una extraña pesadez de energía en el ambiente. — Así que se los mostraré, ya que ambas dimensiones están alteradas, ¿qué más da? adelantemos el tiempo.

— ¿Puedes controlar el tiempo? — se sorprendió Gon.

— Es metafórico.— aclaró Hisoka — Quienes van a avanzar son ustedes, entrenando.

Después de aquella charla, Hisoka les habló sobre la energía que emanaba de sus manos, el nen.

Mostró su tipo de nen a cada uno, los entrenó individualmente para guiarlos al grado suficiente de poder para enfrentarse a los demonios.

En tan solo dos semanas, Hisoka logró que ellos desarrollaran un hatsu que en tiempos normales les costaría al menos un año.

Así fué como Killua dominó el Narukami, Gon el Jajanken y Kurapika el emperor time.

Y antes de enviarlos en busca de Leorio, advirtió.

— Un pequeño aviso como cortesía. Si mueren allá, no regresarán esta vez.

— ¡¿Qué?! — dijeron los tres al mismo tiempo.

— Suerte ♠. — finalizó lanzandoles una carta envuelta con nen a cada uno, atravezando sus corazones, internandolos en el sueño profundo.

Cuatro escenarios estaban desarrollándose en el Nunca jamás. Kurapika encerrado en los laboratorios Lambda, Killua perdido en el bosque, Gon atrapado en Goldy Pond y Leorio oculto sin salida en una guarida con un sujeto que parecía necesitar un terapeuta.

— Otro día sin respuestas. — colgó el teléfono, cansado, desaliñado y sin afeitarse la barba durante días, Leorio y Yuugo parecían tener la misma edad a pesar de que Leorio se juraba un adolescente. — Quizás tengas razón y mis amigos no saben que estoy aquí.

— Date por vencido. — dijo Yuugo cruzado de brazos apoyando la espalda en una pared. — Si realmente están en este mundo, probablemente han muerto.

— Me niego a aceptarlo, esos chicos... definitivamente no son normales, pero no creo que estén muertos, lo que puede ser verdad es que no están ni cerca de aquí. ¡Pero seguiré intentando! ¡hasta conseguir respuestas!

— Yo llevo años intentando hablar con alguien en ese aparato del demonio, ¿qué te hace creer que tus amigos tendrán contacto contigo después de unos días de llegar aquí?

Inesperadamente el teléfono comenzó a timbrar, haciendo que ambos se sobresaltaran abrazándose. Al darse cuenta que no era nada para asustarse Yuugo empujó a Leorio avergonzado.

— ¡Gallina, contesta! — ordenó Yuugo intentando borrar ese abrazo repentino de su mente.

Leorio palideció al escuchar que el teléfono timbraba, se armó de valor y contestó la llamada para casi echarse de espaldas al escuchar la familiar voz al otro lado de la línea.

— ¡¡¿Ku... Kurapika?!!

— ¡¡¡Leorio!!! ¿eres tú? ¿dónde estás? ¿te encuentras bien? 

— Yo... yo estoy bien, Kurapika, dios, no sabes cómo me alegra oir tu voz, ¿dónde estás tú?

— Eso no importa, por favor no cuelgues, voy a rastrear tu llalmada. — pidió el rubio desde la otra línea materializando una serie de cadenas — Leorio, sigue hablando por favor, no quiero dejar de escucharte.

— Maldita sea, Kurapika, no tienes idea de lo que ha pasado, estoy oculto en un bunker subterráneo en medio de un desierto ¡con un tipo que no se ha bañado en años!

— Miserable, ¡no hables de mí! — regañó Yuugo arrojandole un zapato.

— Te encontré. — Se alegró el rubio al notar que la cadena de radiestesia en forma de esfera apuntaba a la dirección donde se emitía la llamada con Leorio. — Iré por tí, te lo prometo, te contaré todo cuando te vea, sólo esperame, Leorio, no salgas de ahí.

— Pero Kurapika, ¿tú estás bien? — preguntó el mayor sin recibir respuesta, el Kuruta había cortado la llamada bruscamente. — No colgó él... algo está pasando.

Goldy Pond

— Existen reglas en este lugar, si quieres sobrevivir, deberás ocultarte — dijo aquel joven dirigiendose a Gon, quien estaba completamente confundido.

— ¿No es un orfanato? entonces... ¿qué está pasando? — preguntó Gon observando a todos lados, niños escondidos por toda la habitación.

— Goldy Pond es un campo de juegos. — Susurró una niña oculta bajo una mesa. — para demonios.

— ¿Campo... de juegos? — Aunque no quería creerlo, no hacía falta preguntar, si los demonios comen niños, la palabra juego era más bien cacería.

— Cuando suena esa música, vienen los demonios y matan a uno o dos, después se van cuando la música deja de sonar, esto pasa de repente, tenemos que sobrevivir como podemos.

Al escuchar la explicación, Gon se levantó y se dirigió afuera, ganándose varios exclamos de los niños que le pedían quedarse, la mirada del peliverde, que antes parecía estar llena de luz y esperanza, cambió a un rostro sombrío que se negó a mostrar y tan sólo empuñando las manos contestó.

— Hoy se terminan estos juegos. Es una promesa.