De amor no muere nadie.

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Hace dos días, mientras esperaba un taxi para asistir a mi inútil terapia, lo vi.

Un chico cabello negro, ojos cafés que arrancaban el sueño de toda aquella que se atrevía a mirarlos.

Él me miró, yo lo miré. Fue un hermoso cruce de miradas, nuestros ojos hablaron por nosotros. Él no me quitó la mirada de encima, incluso cuando pasaba frente a mi, y yo me negaba a perderme algo de él, hasta que dobló la esquina y desapareció.

Fue nuestra pequeña historia de amor, y sé que no le volveré a ver, nunca.

Pero estaré bien, de amor no ha muerto la primera persona.

Voy a estar bien. Quizás no hoy, o mañana, o en dos o tres meses, pero lo estaré. Lo prometo.

¿No te ha pasado que piensas y piensas durante la noche y terminas con lágrimas en los ojos y un vacío en el pecho? A mi si.

Lo terrible es que cuando estás dejando de llorar buscas algún otro recuerdo para seguir derramando lágrimas.

Es como si prefirieras estar así, triste.

Como si estuvieras acostumbrado a la tristeza y a la soledad.

Este tipo de cosas no pasan cuando eres sólo un niño. Aún recuerdo que de pequeña me gustaba caminar por bordes, así como el borde de las aceras y mamá enloquecía y me gritaba.

-Evangeline ¡alejate del borde!

Y yo no hacia más que reír. Pero era feliz, jugando con la muerte.

Y es lo que hago ahora, mientras juego a ser perfecta, estoy en el borde de un abismo, con una invitación a caer en el, pero sin retorno.

Creo que estoy dispuesta aceptarla.

El abismo de la locura, abismo de la muerte, pero también de perfección.

¿Dónde se esconde la perfección?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora