De mal en peor

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Todo dejó de tener sentido.

Los segundos se precipitaban en el vacío, un vacío en la que la protagonista era yo.

Ver a mi madreasí, cada vez que recorría el pasillo (cada vez mas largo) sentía apuñaladas saciadas de soledad clavándose por mi diminuto cuerpo.

Mi madre dejó de trabajar, y los ingresos que entraban a nuestra casa eran fruto del taxi de mi padre.

Pero no siempre cumplía con su deber, y ocurrían disputas por ello.

Recuerdo aquel día en el que deje de escuchar el crujido del aluminio.

Inmediatamente esa pequeña luz de esperanza se convirtió en una salida.

No podía creer que mi madre volviera a la normalidad.

Era tan increible... Que lógicamente me equivoqué.

Esos temblores, esos gritos, esos llantos incrementaban en periodos cortos de tiempo.

¡No aguantaba más!

Experimenté sensaciones que jamás había tenido.

Sensaciones que no se las desearía ni a mi peor enemigo... Suponiendo que Lilly, mi madre, no existiese.

¡MAMÁ! ¡PARA POR FAVOR!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora