Capítulo 3

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¡Si no saben el significado de alguna palabra, siempre los escribo al final de cada capítulo!

El sonido de las ruedas contra la carretera, el motor de otros coches rugiendo, el viento entrando por la tintada ventanilla mientras un incómodo silencio se instala en el interior de este vehículo. Llevaba metido en ese lugar al rededor de quince minutos, alejándose del centro y el bullicio de la ciudad. Decir que no estaba nervioso sería mentira, pues las manos del castaño descasaban en sus mismos muslos mientras sudaban con ligereza. Había sido arrastrado sin remedio a aquello, ni si quiera sabía a dónde se dirigían pero más que nada, estaba rondando la incógnita de su mejor amigo. Hacía rato que había perdido de vista el coche contrario y eso le preocupaba un poco, aunque deseaba con todas sus fuerzas acabar en el mismo sitio juntos. Un tanto de apoyo mutuo ahora mismo no le vendría mal, pues el ambiente presente le estaba poniendo tieso en sobremanera.

El azabache le lanzaba miradas constantes desde el asiento de copiloto mientras sonreía con sorna, un guiño coqueto repentino le erizaba la piel. Era un descaro de hombre. A penas y disimulaba como lo desnudaba con aquellos oscuros orbes. Se sentía expuesto bajo ellos, acomodándose en el asiento numerosas veces con incomodidad. Estaba empezando a cansarle la situación, él no quería ni debía estar ahí.

—¿Va a seguir mirándome? —Escupió molesto con sus brazos cruzados. Su vista fija en el paisaje que se postraba tras la ventanilla. —¿Quiere un autorretrato? Tal vez, ¿una foto?

Le oyó reír corta y juguetonamente, mirándole desde el pequeño espejo retrovisor con aquella superioridad que emanaba. —Puede, ¿harías de modelo para mi? Necesito un nuevo fondo de pantalla.

El castaño gruñó sin remedio, evitando la conversación que se estaba formando entre ambos. ¿Le gustaba burlarse de él? Porque el azabache parecía no querer borrar aquella inoportuna sonrisa ladina de su boca. Él solo deseaba volver a casa, de hecho, prefería estar arreglando vehículos sin parar una sola hora antes que encontrarse metido en aquél coche con ese hombre y su escolta, quien a veces le miraba por el pequeño espejo lateral con duda. Tal vez inseguridad.

—¿Y este simio qué? —Murmuró para si mismo, provocando que el aludido le mirase a través del reflejo. El castaño se movió hacia delante con sus brazos a los costados como amenaza mientras una mueca molesta adornaba su rostro. El contrario solo rodó sus ojos por la infantería. —¿Dónde va mi amigo?

—¿Quién?

—El rubio que se llevó tu compañero.

—Ah, el nalgoncito. —Rio leve sin apartar la mirada de la carretera. Su rostro descansando en una de sus manos. —Tranquilo, luego le verás.

—Yo no debería estar aquí.—Dijo de mala gana, observando el marcado perfil de aquél muchacho. —Tengo un trabajo en el que me gustaría estar si no fuese porque fui obligado a venir con usted.

El azabache solo mantuvo su sonrisa burlona, ignorando completamente las palabras del castaño que yacía molesto en el asiento trasero. Le divertía la situación en demasía, ver la cara estresada del contrario con repleta duda mientras le hablaba de mala gana. Sus manos seguían sudando, secándolas con la tela de sus holgados pantalones.

Cansado de la mirada contraria, tomó sus oscuras gafas y ocultó sus propios ojos bajo ellas, haciéndose pequeño en el asiento del coche. Su vista vaga divisando cualquier cosa que cruzara tras la ventanilla, tomando bocanadas de aire para calmar su alterado ser. Agradecía tener su teléfono móvil a mano, así podría llamar a un taxi nada más pusiera un pie fuera de aquél coche.
El trayecto se hacía largo aunque la incomodidad iba desvaneciendo. Al menos, la sonrisa socarrona del azabache, había desaparecido al completo.

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⏰ Última actualización: Apr 30, 2021 ⏰

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