Capítulo 6 - Dina en acción

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Cuando Tania regresó a clases, mis compañeras la encararon en el recreo y le preguntaron, con falsa amabilidad, que si podían mostrarles las fotos de sus viajes por el mundo. 

Por unos instantes noté que los ojos de Tania se ensombrecieron. Parecía otra persona, por lo que deduje que su Tulpa no la acompañaba en esos momentos. Debía hacer algo para defenderla, pero tampoco me animaba a encarar a esas chicas. 

"Déjamelo a mí", me dijo Dina. 

La dejé entrar a mi mente y Dina hizo lo suyo. 

- No deberían molestarla - les dijo Dina a mis compañeras - ¿Qué no ven que está indispuesta? 

- Pero solo queríamos ver las fotos, como nos sugeriste - le respondió una de las chicas. 

Tania levantó la cabeza hacia nuestra dirección. Noté que estaba aterrada, como si viese al mismísimo fantasma de la muerte. No entendía lo que le pasaba y estuve a punto de decirle que solo trataba de ayudarla así como ella me ayudó a crear mi Tulpa. 

- Bueno, algo tenía que hacer para que dejaran de hablar mal de ella a sus espaldas - les señaló Dina - No fue nada bonito lo que escuché. ¿Y se hacen llamar sus amigas? ¡Dan asco! 

Ambas se sonrojaron. Y estoy segura de que me golpearían si no fuese porque sonó el timbre de inicio de clases. 

Cuando se marcharon, retomé el control de mi cuerpo y me acerqué a Tania para saber cómo se encontraba. Ella solo recogió sus cosas, me dio la espalda y, sin mirarme, me dijo: 

- No te encariñes con ella. 

A la salida, no dejé de pensar en una sola cosa

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A la salida, no dejé de pensar en una sola cosa. Esa frase me tenía inquieta. ¿Por qué me advertía de que no me encariñase con ella? ¿A qué se refería exactamente con eso? ¿Acaso hablaba de mi Tulpa? 

- No te preocupes, yo no te dejaré - me dijo Dina. 

- ¿Eh? ¿Leíste mi mente? -  le pregunté. 

En esos momentos estaba segura que Dina caminaba "a mi lado", así como si fuese una amiga invisible. 

- En realidad Tania te tiene envidia - me dijo Dina, ignorando mi pregunta - Lo que pasa es que su Tulpa la abandonó por tu causa y, ahora, no quiere verte ni en figurillas. 

- ¿Pero por qué? ¡Si hasta elogié a su Tulpa! 

- Es que antes de conocerte, Tania y Felix eran el uno para el otro. Solo se tenían ellos dos. Pero conforme te acercabas más a Tania, Felix pensó que ella lo dejaría de lado y se pelearon. A veces las Tulpas adoran monopolizar a sus creadores y evitan, a toda costa, que se hagan amigos de otras personas. 

- ¿Y tú quieres monopolizarme, Dina? 

- No. Yo no busco monopolizar. Es más, quiero conocer tu mundo, caminar por mis propios pies, ser admirada por todos. En realidad... lo que quiero... es tener... ¡Tu vida! 

Antes de que reaccionara, sentí que mi vista se me nublaba y, poco a poco, fui absorbida por la oscuridad. 

Cuando volví en mi, ya estaba en casa, acostada sobre mi cama. Y Dina estaba a mi lado, en forma física, tal como la había imaginado. ¡Podía verla perfectamente! 

- ¿Cómo conseguiste materializarte? - le pregunté.

- No lo hice - respondió Dina - y no estás despierta. En realidad, estamos en un rincón de tu mente en donde no saldrás nunca más. 

- ¡No entiendo! ¿Por qué me haces esto? - le pregunté, mientras intentaba levantarme. Pero sentí que unas sogas fueron atadas a mis extremidades, manteniéndome acostada en la cama. 

- Dijiste que te aburría tu mundo - explicó Dina, con calma - pero a mí me parece maravilloso. Y pensé: ¿por qué no tomar el control de tu cuerpo para siempre? Así yo me encargaría de lidiar con tu "vida de mierda", mientras tú vives en un mundo de fantasía. 

- ¡No quiero esto! - dije, forcejeando las cuerdas - ¡Yo solo quería evitar lidiar con ciertos problemas! 

- Mal. Muy mal - dijo Dina, meneando con la cabeza - La vida está para vivirla al máximo. Solo una escoria dejaría que otro le resuelva sus problemas. Pero tranquila, no lastimaré tu cuerpo y haré de tu vida una delicia. Además, no estarás sola. Un viejo "amigo" te acompañará. 

Dina desapareció y, en su lugar, apareció la Tulpa de Tania, Félix. Pero no era aquella adorable criatura que mi amiga me dibujó, sino que era un monstruo feroz, del tamaño de un tigre diente de sable y con unos colmillos feroces capaces de destruir el hierro. O eso pensé. 

Con un último esfuerzo, logré liberarme de las sogas y corrí rápidamente de ahí, mientras esa Tulpa me perseguía. No sé por cuánto tiempo seguí corriendo, así que solo deseaba que esto terminase pronto o me alcanzaría para "despedazarme" sin contemplaciones. 

La Tulpa - Un arma de doble filoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora