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"De repente estoy corriendo hacia el lago congelado otra vez. El grueso hielo se ha formado. Incluso busco a la voz fantasma, a aquel fantasma que logré tocar y sentir. Y para encontrarlo, ¿Tengo que perderme a mí misma?
Yo lo sé y tú tamb...
Había una silueta que me llevaba, quizá era la muerte misma que me tomó.
Nos hundimos juntos en un mar negro, yo podía escuchar su corazón, era un hombre extraño que por atracción mi cuerpo dolorido se apegó al suyo.
No era como el frío de la celda, y quizá por un instante, recordé aquella estrella la cuál rogaba por un deseo. Y esta vez, miré el cielo azul que la guardaba, lo mire en unos ojos azules profundos que miraban al frente con seguridad; y entonces desee egoístamente que me mirarán a mí también, intercambiando el deseo de libertad por solo una mirada de esa persona, una mirada solo para mí.
Pero antes de que pudiera al menos abrir los labios, sentí como mi conciencia se hundía y desvanecía en la nada. Y tuve miedo, mucho terror de darme cuenta de que no le temía necesariamente a la muerte, pues lo que en realidad desesperó a mi corazón, fue el no poder mirar de nuevo a esos ojos, fue miedo de perder algo que obviamente no era mío, fue el terror de separarme de ese cálido abrazo, es la horrible sensación de saber que perderás a alguien que no lástima, ni golpea, ni mucho menos abusa.
Pero como todo lo que quizá pudo hacerme feliz, ésta vez, perecía en solo un sueño, un sueño cálido que sé muy bien será borrado por una maldita pesadilla la próxima vez que vuelva a dormir.
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¿Qué es esto en mis brazos?
Unas vendas y una cama, un apósito en el ojo que sangraba, una mesilla a su lado y un montón de brebajes.
Ella miró aturdida a su alrededor, había un mareo que provocaba que el lugar se moviera levemente, al parecer se encontraba en otro lugar, este no era para nada aquella húmeda celda.
Había velas y candelabros cómo iluminación, y con eso aún logró mirar a otras personas, y así como ella, éstas se encontraban descansando en catres, llenos de heridas y vendas, con un aroma a medicina ambiental.
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Trató de levantarse, y aunque tan solo movió un poco su cuerpo, un dolor insoportable le ocasionó un grito doloroso, causando la atención de los demás.
— Oye... No te levantes aún — le auxiliaba un hombre de mediana edad
Éste le ayudo a recostarse de nuevo, abrió su grimorio y con un hechizo de curación, invocó una niebla densa que envolvió a la chica herida. Ella se asustó por un momento, pero luego, inmediatamente comenzó a percibir un alivio tibio en su cuerpo, calmando paulatinamente el dolor intenso que tenía.
