Parte 1 El Cantar del destierro

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Poema de Mío Cid

Anónimo

(Versión en castellano moderno)

CANTAR PRIMERO

DESTIERRO DEL CID

El rey Alfonso envía al Cid para cobrar las parias del rey moro de Sevilla Éste es atacado por el  

conde castellano García Ordóñez. El Cid, amparando al moro vasallo del rey de Castilla, vence  

a García Ordóñez  

en Cabra y le prende afrentosamente. El Cid torna a Castilla con las parias, pero sus enemigos  

le indisponen con el rey. Éste destierra al Cid.

1

El Cid convoca a sus vasallos; Éstos se destierran con él. -Adiós del Cid a Vivar

Por sus ojos mío Cid va tristemente llorando ;  

volvía atrás la cabeza y se quedaba mirándolos.  

Miró las puertas abiertas, los postigos sin candados,  

las alcándaras vacías, sin pellizones ni mantos,  

sin los halcones de caza ni los azores mudados.  

Suspiró entonces mío Cid, de pesadumbre cargado,  

y comenzó a hablar así, justamente mesurado:  

«¡Loado seas, Señor, Padre que estás en lo alto!  

Todo esto me han urdido mis enemigos malvados.»

2

Agüeros en el camino de Burgos

Ya aguijaban los caballos, ya les soltaban las riendas.  

Cuando de Vivar salieron, vieron la corneja diestra ,  

y cuando entraron en Burgos, la vieron a la siniestra.  

Movió mío Cid los hombros y sacudió la cabeza:  

«¡Albricias, dijo Álvar Fáñez, que de Castilla nos echan  

mas a gran honra algún día tornaremos a esta tierra!»

3

El Cid entra en Burgos

Poema de Mío Cid Anónimo

Mío Cid Rodrigo Díaz en Burgos, la villa, entró;  

hasta sesenta pendones llevaba el Campeador;  

salían a verle todos, la mujer como el varón;  

a las ventanas la gente burgalesa se asomó  

con lágrimas en los ojos, ¡que tal era su dolor!  

Todas las bocas honradas decían esta razón:  

«¡Oh Dios, y qué buen vasallo, si tuviese buen señor!»

4

Nadie hospeda al Cid. -Sólo una niña le dirige la palabra para mandarle alejarse. -El Cid se ve  

obligado a acampar fuera de la población, en la galera.

De grado le albergarían, mas ninguno se arriesgaba:  

que el rey don Alfonso al Cid le tenía grande saña.  

EL CANTAR DEL MÍO CIDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora