Soy un caballero

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Kennet

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Kennet

En verdad pensé que esto iba a ser fácil, ya saben, recoger a Emilia en su casa, asegurarme de que la prensa me viera interpretando al caballero perfecto, asegurarme que ella no se mostrara enfadada conmigo durante la cena, y tal vez lograr que me acompañara a casa al final de la noche.

Excepto que olvidé lo más importante.

Estaba claro que Emilia era obstinada y me odiaba, me dijo que me vería en el restaurante en la hora establecida, no quiso que la recogiera, ni siquiera me dejo tomarla de la mano para entrar al restaurante y para completar esto, se sentó lo mas alejada posible de mí.

Todo eso mientras me era imposible despegar la vista de su cuerpo, ese vestido que había escogido me tenía semi erecto desde que la vi bajarse de su camioneta.

Jodido Jesús, esta mujer era absolutamente sensual, y no parecía ser consciente de ello.

Poseía caderas que oscilaban con cada paso que daba, tetas que caían pesadamente que despertaban mi hambre queriendo estar prendido de ellas toda la noche, unas piernas que podía imaginármelas enganchadas en mis caderas mientras la embisto y la hago gritar, y también tiene unos ojos de un tono oscuro que pareciera que te regaña cada vez que te atrapa mirándola.

No me arrepiento de nada.

Observe mi reloj. Se suponía que iba a terminar esta cena a las 9 y echaría un polvo con ella después, el plan era encontrarme con Morgan a las 11 de la noche en este nuevo bar que estaba en la avenida, beber un poco y divertirnos con algunas de sus amigas.

Pero ya no estoy tan seguro de ese plan. Morgan y sus ''amigas'' podían irse a la mierda. Tener a esta mujer frente a mí con ese escote pronunciado y lo único que quería era a ella.

Conmigo en la cena.

Yéndose a casa conmigo.

Durmiendo en mi cama, bueno tal vez no durmiendo precisamente.

Despertando en su interior o por lo menos comiéndome su coño.

La peor parte era, que sabía que eso malditamente no me lo iba a permitir, por ahora.

Soy paciente, puedo esperar todo lo que quiera.

Pero tengo una cosa más que clara, lo que quiero lo obtengo, y ella no va a ser la excepción.

Desde niño crecí con esa ideología impuesta por mi padre, todo lo que me proponía debía obtenerlo, sin importar lo que me costara. Porque yo lo merecía, siempre me lo repetía.

Yo merezco todo lo que quiero y deseo.

Todo.

No podía dejar de verla, y estaba más que incomodo aquí sentado esperando a que escogiera algo de la carta. Mi vista se iba a cada nada hacia su cuello que se encontraba libre de su cabello, ya que esta noche había escogido llevar el cabello en un moño alto, dejando a la vista ese hermoso cuello estilizado y esos hombros al descubierto con el corte de ese vestido de finas líneas que se encontraban en sus hombros.

El Jugador PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora