Episodio IV

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Cuando su madre dijo que compartir el espacio común con alguien, siempre pensó que sería un gran cambio. Y claro que lo fue. Durante los seis meses que llevaba viviendo con Levi en su apartamento, tuvo que modificar algunos aspectos de su vida cotidiana. Una de ellas era que no podía dejar la loza sin lavar en la cocina. El día que cometió el error de dejarla para el otro día, Levi la lavó vigorosamente transmitiendo su molestia mientras fregaba. Con eso, mentalmente pensó en no volver a hacerlo con el fin de no hacerlo enojar. También se dio cuenta que los domingos eran los días de limpieza. De modo que el pelinegro se encargaba de dejar el departamento brillante como una joya. Erwin nunca había visto tan limpio su piso.

Sin embargo, no todo se resumía en limpieza. Se había dado cuenta que Levi era un fanático del té. Cuando iban al supermercado juntos, pasatiempo que a Erwin le comenzaba a agradar, el pelinegro siempre se quedaba un rato mirando las distintas variedades de té, pero una vez que el rubio se acercaba a él, tomaba el más barato y lo echaba al carrito. Esa era otra cualidad que tenía el pelinegro, era demasiado ahorrativo y para nada derrochador. Ni siquiera para darse gustos a sí mismo. Erwin no era un consumista, pero cuando encontraba que había algo que le gustaba mucho y tenía la facultad de hacer ese gasto, lo compraba. En cambio, Levi no.

Tal vez le compraría un té caro un día de estos.

Otra cosa que le había comenzado a gustar junto a la compañía de Levi, eran las tardes de sábado, en la que básicamente buscaban alguna actividad para satisfacer su ocio. La mayoría de las veces veían películas en Netflix o bien salían a la ciudad para despejarse un momento.

Podría invitarlo al cine, pensó Erwin entre medio de la oscuridad de su habitación.

A pesar de su soledad, Erwin siempre había usado una cama de dos plazas para dormir, siendo que siempre usaba solo el lado derecho de esta. Ahora que dormía con Levi las cosas habían cambiado ligeramente. Se podía decir que aún seguía manteniéndose en su lado de la cama, pero con un polisón extra. Por lo general, Levi no era de las personas afectuosas y hostigosas mientras estaba despierto. Sin embargo, cuando dormía inconscientemente se acercaba a Erwin para abrazarlo y usarlo como almohada. Y no solo eso, era revoltoso al dormir. Siempre cambiaba de lugar y de posición y la mayoría de las veces aplastándolo. Muchas veces el rubio tenía que acomodarlo para que no despertara adolorido al otro día. Lo que más le hacía gracia, es que el informático era completamente ajeno a ese comportamiento. Como, por ejemplo, ahora

El hombre dormía boca abajo usando la mitad del cuerpo de Erwin como colchón, enrollando su pierna izquierda con la de él. No le molestaba en absoluto, pero a veces tenía que removerlo cuando su cuerpo se quedaba dormido por el peso de Levi. Lo bueno es que, en esta posición, podía oler el fragante aroma del shampoo que usaba antes de irse a la cama.

. . .

Levi se levantaba en puntitas para alcanzar las tazas que se encontraban en el mueble de cocina colgante. Una de las desventajas de tener un novio alto y de vivir en su departamento, es que la mayoría de las cosas se encontraban fuera de su alcance. Levi refunfuñó fastidiado ante la idea de buscar el pequeño banco para poder tomar la taza. Sin embargo, sintió como su cuerpo se elevaba hasta llegar a la altura de su objetivo. Sus ojos grises se posaron en Erwin, quien lo había tomado desde los muslos para levantarlo.

-Pudiste solo pasarme la taza ¿sabes? - dijo Levi sacando dos tazas y siendo bajado por el rubio.

-Quería que la alcanzaras por ti mismo- dijo sonriente.

-Idiota- comentó el pelinegro para ir hacia el hervidor para servirse un poco de té- ¿Quieres un poco?

Erwin asintió y tomaron té tranquilamente. Era sábado y el cielo había amanecido despejado. Ideal para pasear.

Espontaneidad y SencillezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora