Episodio III

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Se removió con pereza bajo las suaves y tibias sabanas. La luz natural de la habitación comenzó a molestar su sueño reparador, de seguro ya eran más de las diez. Abrió los ojos lentamente acostumbrándose a la iluminación del lugar y se fijó en el hombre que dormía a su lado. Levi seguía sin despertar. Se veía tranquilo y relajado al dormir. Sus ojos estaban cerrados y tenia la boca ligeramente abierta. Sus cejas no estaban arqueadas formando el típico ceño fruncido del cual estaba ya acostumbrado. Sonrió para sus adentros, el rostro del pelinegro estaba pacífico.

Teniendo cuidado de no despertarlo, acarició los sedosos cabellos negros del informático.

-¿Cuánto llevas despierto?-preguntó Levi sin abrir los ojos.

-Menos de diez minutos.

-Debiste haberme despertado.

Levi abrió los parpados mostrándole sus brillantes ojos grises a Erwin, quien sonrió y se acercó para darle un beso.

-Me gusta verte dormir.

El pelinegro se acercó a Erwin para apoyar su cabeza en el pecho de este. Esa era una de las posturas que más le agradaba compartir con su novio.

-¿Qué te gustaría hacer hoy?

-Tengo que ir a mi casa- dijo Levi girando su cuerpo para mirarlo a los ojos.

-¿Es necesario?-preguntó Erwin con una mueca en su rostro.

-Desde que estoy saliendo contigo, no paso mucho tiempo en ella. Debo limpiarla.

Era cierto, llevaban saliendo tres meses juntos y la mayoría de las veces era Erwin quien le pedía pasar los fines de semana en su departamento u ocasionalmente después del trabajo. El rubio ya podía sentir el aroma de Levi apoderándose de sus almohadas.

-Eso pueden hacerlo Farlan e Isabel.

-Ellos no limpian tan cuidadosamente como yo lo hago- dijo Levi acariciando el pecho del rubio con uno de sus dedos. Observó el rostro del rubio quien se había puesto neutro de pronto- Vamos, no me pongas esa cara. Mañana nos veremos en el trabajo.

Erwin asintió sintiendo como los tibios labios de Levi besaban los suyos.

-Te recompensaré con unos panqueques. ¿sí?

Lo vio despegarse de su pecho y quitarse las sabanas de encima. Ni siquiera un ejército de panqueques podían compensar la falta de compañía de su pareja.

. . .

Los cansados ojos azules observaron la cantidad de correos electrónicos que le habían llegado durante el fin de semana. Los leyó uno por uno con resignación y respondió aquellos que eran de extremadamente urgencia.

De pronto escuchó la animada voz Hange acercándose a su cubículo.

-Huevitos, huevitos de chocolate- dijo la castaña sacando unos tres huevitos del bolsillo de su delantal- ¿te gustan los huevitos de chocolate, cierto?

-Un poco.

-Bien, aquí tienes.

-Oh, gracias- dijo Erwin mirándolos con cariño- pero aún no es pascua.

-Pero si es este viernes.

-¿Este?-preguntó mirando el calendario que había en su escritorio- ¿en qué momento llegamos a abril?

-El tiempo se pasa volando.

De pronto, los ojos analíticos de Hange se fijaron en un detalle que paso por alto en cuanto Erwin llego en la mañana.

Espontaneidad y SencillezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora