Fue lo primero que se preguntó. En su asiento tenía apoyada una hermosa rosa de pétalos color vino, ella mirando cada rincón del salón buscaba el misterioso causante de la rosa.
────────── Que extraño... Seguro es para otra, no importa.
Movió con delicadeza la bella rosa dejando su mochila en su asiento, seguido apoyar su cuaderno de color azul suave. Durante ese proceso de acomodación no podía apartar la vista de la rosa, la luz solar causaba que viviera su aspecto dándole un color más puro y vivo. En menos de medio segundo la campana sonó, los alumnos que entraron en grupos o solos se sentaron en sus lugares, nadie de ahí la reconocía a excepción de sus profesores. Su lugar de estudió era frente a un gran vidrial que dejaba ver la bellezas de todo el bosque, en resumen atrás, el lugar en que mayormente nadie toma en cuenta en la facultad a excepción de la secundaria y primaria, pero ya no aquí.
Las horas eternas y más palabras sobrevaloradamente aburridas del maestro aburrían a medio curso, incluyendo a la femenina solitaria del curso enteró. Varías veces la femenina echaba mirada a cada uno de sus compañeros, preguntándose cómo se sentiría reír o en momentos como este con versar, como ellos lo hacen cada día del año.
❝ ¿Por qué me resulta tan difícil hacer amistades? ❞
Se apoyó en el frío vidrial sintiendo un fresco aire a causa de las ventanas de las cuatro paredes, ella no podía evitar imaginar una loca escapada en ese mismo instante pero a la vez necesitaba entender la tarea. La hora transcurrió al fin, la campana del receso fue un gran alivió para cada uno del curso pero más para la femenina que veía el pizarrón tratando de entender un poco de su tarea, terminó de copiar y en cuestión de segundo su mochila se lleno, y antes de salir observó la rosa y lo agarró.
Se salió del salón, guardó la rosa en su porta botella y con cuidado sacó el taper con comida, se dirigió a una escalera que tenía un cartel de " Prohibido pasar". Observó a sus dos lados y viendo que todo está despejado se dedicó a subir por la escalera, al estar ya en la azotea se sentó en la pila de ladrillos dejando que algunos cayeran, abrió con una leve sonrisa el taper y comenzó a comer de su comida. El silencio, el cantó de las aves y un suave viento fresco despejaba la mente de ella, pero un brusco sonido provino de la entrada asustando a la femenina, se levantó alarmada y dejando apoyado el taper, ya cerrado, se asomó en la pared y vió a un rubio de brillante color frutilla, gracias a la luz solar..
