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Esta monarquía pactada se lleva a cabo mediante unas relaciones recíprocas entre los vasallos nobles y el Emperador que se dan en forma de servicios y privilegios.


El Emperador requiere unos vasallos leales antes que eficaces en sus tareas, y estos vasallos para legitimar su posición buscarán el prestigio que brinda el servicio a la corona. De esta manera, gracias a distintos privilegios que pueden ser otorgados por la corona, pudiendo ser tanto títulos honoríficos (delegación de tareas de administración y justicia, puestos dentro del séquito imperial) como hacendados (el otorgamiento de un territorio y el nombramiento de un hacendado, marqués o barón), el prestigio del receptor y su familia se ve enormemente incrementado (y por lo tanto la lealtad que tiene respecto a tan bondadoso monarca), pero se entra en una deuda que se salda a través del servicio que este nuevo título habilita (sean estas tareas de administración o justicia como de gobierno o militares).La lealtad no es gratis, pero el prestigio tampoco.


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