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"Contenido para mayores de 18 años"

Sabía que estaba mal, no era lo correcto o quizá era lo correcto y por eso se sentía mal ¿sentir algo por él? Tener aquella necesidad de sentir sus manos alrededor de su cuerpo, sentir su calidez, su voz cantándole al oído...

Habían pasado dos meses desde la ceremonia, hace 61 días ella estaba asustada, enojada y segura de que al menor descuido ella escaparía de él, podría huir de la pesadilla a la cual se había entregado con tal de salvar a Raoul.

Raoul...

No había pensado en él últimamente, de hecho, comenzaba a preguntarse si en verdad estaba enamorada de aquel vizconde, no estaba segura, pero su corazón lloró por él y por un rescate los primeros 15 días... luego se detuvo, comenzó a ver a su alrededor y descubrió esos pequeños detalles que Erik hacía por ella, podía sentir el amor que sentía por ella sin necesidad de hablar. Había renunciado a todos sus derechos como esposo con tal de verla felíz.

Los días pasaron, acostumbraba a sentarse todo el día a leer, él era respetuoso, le daba su espacio mientras se encerraba todo el día en su habitación a componer, dejando así, la casa para ella.

Nunca comía con la joven, ya no le daba lecciones, a penas le dirigía la palabra y en un principio estaba agradecida pero... Aquellos hermosos y pequeños detalles como dejarle una rosa color sangre sobre la mesa de noche, cuidar que nunca le faltase nada, quererla a su manera, la hacían enamorarse de él cada día más, el hecho de no tener contacto físico, al menos no desde  aquel beso que ella le dio en la mejilla al finalizar la ceremonia,

la estaba volviendo loca.

Ella quería más, ahora ella anhelaba su tacto y el calor de su cuerpo durante la noche. Ella era nueva en todo eso, era... pura, inocente y un poco ingenua.

Por un lado agradecía no encontrarse más bajo la Casa de la Ópera, habían escapado la misma noche de Don Juan. Su Ángel la había llevado a su tierra natal, su bellísima 'Suecia'.

Un detalle hermoso de su parte.

Recuerdos de su padre tocando el violin para ella, correr por aquellos prados y disfrutar el aire puro y el olor de las flores... obviamente recuerdos de Raoul y el día en que se conocieron bombardearon su mente, eran gratos recuerdos, más su corazón no dolía por un amor, sino por una amistad y más que nada... hermandad.

Erik les había conseguido una pequeña casa, lejos de posibles vecinos molestos, alejados de cualquier persona y según Erik... seguros de cualquier peligro.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por aquellos pasos que hacían eco en toda la casa. Colocó el libro que estaba leyendo sobre la pequeña mesita y se puso de pie dispuesta a confrontarlo, era su oportunidad.

-¡Erik! - llamó y observó como aquella sombra alta paraba en seco pero no volteó a verla -Yo... yo creí que quizás hoy...podríamos cenar juntos.

-Erik no cree que eso sea una buena idea.

Su voz... cielos, esa voz tan rica en tonalidades la hacía estremeserse, lo que daría por escucharla todo el día.

-Erik por favor, te lo pido.

-¿Por qué cenar con Erik? Erik no es buena compañía, él quiere que su Christine sea felíz y eso significa no Erik cerca.

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